Capítulo XLI: Chantaje.

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-¿Qué ha pasado? –Charlotte me miraba de un modo maternal, intentando consolarme-. Pequeña Cullen, Jasper es como de nuestra familia, por lo que tú eres nuestra familia también. Vamos a protegerte de todo lo que podamos, y pereceremos si es necesario para protegerte. Pero debes contarnos que es lo que sucede, quizá entre los tres podamos solucionarlo.

-Nessie… -Peter sonrío levemente-. Estuvimos a punto de luchar contra los Vulturis por ti, ¿crees que no volveríamos a hacerlo?

-No quiero eso. No quiero que os enfrentéis a ellos. Sólo quiero que me acompañéis hasta Volterra, necesito hablar con Aro y Marco –Ambos intercambiaron una mirada-. Cayo estaba en Ginebra, es probable que ni siquiera se haya dado cuenta de vuestra presencia, por eso he salido así. Si no sospechan nada, quizá podamos llegar antes que ellos.

-¿Ellos?

-Cayo no estaba solo. El aire cambió de dirección, por lo que noté los débiles efluvios, pero estoy casi segura de que Cayo estaba con Jane y Chelsea. No creo que pudieran detectaros, pues apenas reconocía vuestros efluvios y los suyos, por lo que dudo que pudieran detectaros a vosotros, al igual que vosotros tampoco notasteis su presencia.

-¿Cayo solo? ¿Jane y Chelsea con Cayo? No me cuadra… se supone que son la escolta personal de Aro… además, no les pega que los tres se separen.

-Lo sé. Pero si llegamos a Volterra y Cayo no está, si están solo los dos, quizá haya algo que hacer. Si no está ninguno, algo que sería aún más raro, no habrá nada que hacer.

-Entiendo… -Peter asintió-.

-¿En serio? –Charlotte se irguió-. Yo me he perdido hace un rato.

-Cariño… -Peter cogió la mano de Charlotte-. Si Cayo actúa a espaldas de Aro y Marco, puede que ellos lo tomen como una traición, o simplemente querrá decir que no apoyan su causa, por lo que Nessie tendrá ventaja con ellos. Si en cambio, están los tres, o ninguno de los tres se encuentra en Volterra, quiere decir que los tres están apoyando a Adam en esto… lo que significaría una guerra entre los Cullen y los Vulturis.

-No es así del todo… -objeté-. La guerra es contra la manada, no contra los Cullen. Aunque yo los protegeré igual, tengo intención de salvar a mi familia.

-Nessie… ¿es que no conoces a tu familia? Ellos estarán donde tú estés, y aunque no estuvieras tú, creo que posiblemente lucharían con la manada de todas formas… de todos modos, ¿estás más calmada? –Asentí-. Entonces, vamos, no hay tiempo que perder. Aún nos quedan dos horas y media de camino a Volterra, debemos ser más rápidos que ellos…

Me comí el sándwich en dos bocados mientras entraba en mi coche. Aceleré y salimos de nuevo a la carretera a una velocidad mayor que la permitida, por lo que podía notar que nuestro camino se iba a acortar ligeramente.

Como había predicho, en apenas dos horas nos hallábamos en las murallas de Volterra. Aparqué lejos de aquel castillo, haciendo el resto del tramo a pie, andando tranquilamente, sabiendo que en el momento en que Aro me tocara, sería frágil y fácil de aplastar por él si estaba de parte de Cayo.

Entré por aquella recepción tan lujosa, inspirando fuertemente mientras aquella nueva humana, Martina, me miraba de un modo extraño, por lo que me aventuré en su mente. Al parecer, había observado un ligero brillo en mi piel, nada escandaloso. Se sobresaltó cuando recordó mi rostro.

-Señorita Cullen…

-Martina, necesito ver a los maestros, es urgente.

-Lo siento… -aquella joven chica dudó, pude ver en su mente las claras instrucciones de Cayo, nada de molestias en tres días, para ninguno de los maestros-. No pueden reunirse en estos momentos.

-Martina… -suspiré y me resigné, apoyé el codo en el mostrador y mi rostro en mi puño cerrado-. Va a ser una pena que Aro deje de verte como… eficiente. Cuando sepa que su joya más grande viene a visitarle y la recibes así… -negué trágicamente-. Creo que no quieres que le comente nada de esto, ¿cierto?

-Yo…

-Mira, te voy a perdonar tu insolencia por esta vez… -mi tono cambió a ligeramente amenazante-pero que no vuelva a ocurrir, o yo misma me encargaré de que no vuelvas a ver una puesta de sol… Avisa a Aro de mi visita, acudiré a la biblioteca…

La chica se levantó haciendo amago de detenerme, pero algo en mi mirada hizo que se sentara y cogiera el teléfono, mientras yo entraba en aquel ascensor. Mi sorpresa fue mayúscula al ver a Félix y a Alec recibirme.

-Síguenos, pequeña Cullen… -Félix parecía menos amargo que de costumbre, inspeccioné a Alec, que tenía un semblante demasiado serio-. Cayo está de viaje, un rebelde, al parecer… se pone así siempre que su hermana se va a divertirse…

Un rebelde… qué equivocado estaba Félix, o eso me quería hacer creer. Aquella calmada atmósfera me hizo ponerme tensa, no era normal tanta cordialidad en ellos, algo no iba bien. Intenté captar sus emociones, en Alec detecté cierta envidia y una ligera emoción, Félix estaba pletórico, hurgué en su mente, al parecer había ganado a Alec en un combate y habían ajusticiado a uno de aquellos “rebeldes” por la mañana.

Un ligero olor dulzón captó mi atención, uno de los vampiros estaba limpiando restos de sangre de aquel lugar, lo que me incomodó bastante. Aro y Marco aparecieron trayendo consigo una fuerte emoción.

-¡Mi pequeña gran joya! ¡Qué alegría tenerte de regreso! Pero vaya, ¿acaso has reconsiderado nuestra oferta?

-Siento decepcionarte Aro… Vengo en busca de Cayo.

-¿Cayo? Ha salido, tenía unos… asuntos que resolver, en Siberia. ¿Podemos ayudarte nosotros?

-Ya lo habéis hecho, Aro, ya lo habéis hecho… -miré a Marco, que sonreía levemente aunque su gesto volvía a mostrar esa extraña apatía que le caracterizaba-. Marco, ¿puedes corroborar lo que Aro me cuenta?

-Por supuesto, pequeña Cullen. ¿A qué se debe tanta curiosidad?

-Me resulta extraño que Cayo vaya solo… mucho más que se lleve a la guardia personal de Aro y que vosotros sigáis aquí, sin poder recibir visitas…

-¿A dónde quieres llegar, pequeña Cullen? –Aro me miró curioso-. ¿Acaso hay algún motivo especial en tu insistencia?

-Lo hay, Aro, lo hay. He tenido problemas con los hijos de Joham, al parecer los varones de esa familia son… ligeramente violentos. Adam ha buscado venganza en sus hermanos, dirigiéndola contra la manada, al no conseguir sus objetivos.

-¿Objetivos? ¿Manada? –Marco parecía perdido-. No entiendo que tenemos que ver, esos metamorfos no dependen de nosotros.

-Lo sé, pero han hecho parte de vuestro trabajo… -oí varios siseos y gruñidos, calmado con un gesto de Aro, que ahora me miraba ofendido-. No quiero ofenderos, pero deberíais conocer el verdadero paradero de Cayo.

-¿Estás insinuando que nuestro propio hermano nos engaña? –Aro parecía molesto-. Eres muy valiosa, Renesmee, pero unas acusaciones como esas pueden traerte serios problemas si son en falso.

-Compruébalo tú mismo, Aro… -le tendí mi mano-. Percibí el olor de los tres en una reunión con Adam y sus hermanos, tú mismo puedes comprobar que tu querido hermano trama algo a vuestras espaldas, ¿cómo podría saber que Cayo no está aquí de no haber notado su presencia lejos de aquí?

-Veamos… -Aro se aproximó y tomó mi mano, acariciándola de esa forma que de cierto modo me resultaba familiar. Su cara reflejó desilusión y preocupación, ligera furia, hasta que pudo controlarse y me miró en relativa calma-. Me sorprende que tengas tan poca fe en nosotros… nunca pensé que la gente de tu alrededor pudiera influir de ese modo en ti, pensé que los días que pasaste con nosotros te harían ver las cosas de otro modo.

-Lo siento, Aro, pero espero que comprendas que dada la situación, no puedo fiarme de nadie, no es sólo mi vida la que corre peligro.

-Ya he visto… pero en eso no podemos ayudarte. Es una guerra entre dos especies muy diferentes, ninguna de ellos de los nuestros.

-¿Los híbridos no somos de los vuestros?

-Querida Renesmee… no me malinterpretes.

-Aro… ¿me consideras de tu especie? –Aro asintió con un gesto de obviedad-. Entonces el resto de híbridos también deben ser considerados iguales. Además, esto podría destapar su existencia, no sólo la existencia de la manada, si no de los híbridos… y bien sabes que no puede haber un híbrido entre dos especies si no existen ambas especies… por lo que el secreto que lleváis tanto tiempo ocultando saldría a la luz.

-Cayo no dejaría que tal cosa ocurriese…

-¿Estás completamente seguro? Yo no puedo conocer las pretensiones de Cayo, pero tú mejor que nadie puedes saberlo. Dudo que os haya ocultado algo así de no ser por el hecho de que tiene pretensiones distintas a los principios en los que os basáis desde hace siglos.

Aro torció el gesto y comenzó a deambular por la sala con gesto pensativo. Marco había tomado una posición reflexiva, siguiendo atentamente los pasos de Aro. Pude notar que la tensión crecía en la guardia, algunos deseos iban contra mi existencia incluso, por lo que empecé a temer lo peor, no llegaría ni siquiera a la puerta de aquel castillo de los horrores, eso lo tenía claro. Le mostré a Aro y a Marco la incomodidad que me producía la guardia, por lo que ambos hicieron un gesto, quedando únicamente Alec, Félix y Demetri, el cual sonrió de un modo algo terrorífico. Una ligera niebla me aturdió, mirando asustada a mi alrededor, Alec hizo un gesto de disculpa, dejando que esa niebla simplemente me dejara ida, sin poder utilizar poder alguno.

Pasó como una hora, comenzaba a estar cansada de estar allí de pie, quieta, siguiendo los pequeños pasos de Aro y mirando de vez en cuando a Marco, que al principio parecía preocupado pero ahora aburrido. Se sentó en su trono y tomó la mano de Marco, quedando sorprendido y dibujándose en él un gesto amenazante.

-Será mejor que esperemos a la vuelta de Cayo, para que nos cuente su versión. ¡Guardia! –Elevó ligeramente la voz y en menos de tres segundos aquella habitación se llenó de vampiros algo inquietos-. Félix, llévate de aquí a Ness, va a ser nuestra prisionera. No puede blasfemar así de uno de nuestros hermanos… venir a insultarle a su propia casa… llévala con las esposas, ellas sabrán qué deben hacer.

-Pero maestro… -parecía confuso, Aro tomó su mano-.

-¿Sí, Félix? –Aro puso una mirada extraña, fría, amedrentadora-.

-Yo… -me miró asqueado-. A sus órdenes, maestro.

Félix pasó su brazo por encima de mis hombros, arrastrándome literalmente hacia el pasillo. Nunca, ni en toda mi estancia en verano, le había visto tomar contacto con alguien si no era por una batalla, por lo que me puse bastante nerviosa. Encontré en mi misma la calma, pero la mirada de Félix era derrotista, triste, parecía muy confuso.

-¿Qué ocurre? ¿Qué van a hacerme las esposas? –Félix resopló y torció el gesto-. No vas a decirme nada, ¿me equivoco?

-¿Has venido sola?

-Sí… ¿porqué?

-Yo… -paró y me cogió por los hombros, tuve que elevar la cabeza para mirarle-. Tenías una vía de escape, ¿no es así? –asentí-. Te ayudaré a salir de Volterra, intentaré darte tiempo…

-Es inútil, Aro conoce el plan…

-Tardarán bastante a organizarse, mucho menos si no está Cayo. Llevo con ellos suficiente tiempo para saber cómo van a actuar… ¿Un día de ventaja será suficiente?

-No lo sé, yo… -le miré confundida, aterrorizada-. ¿Debo temer a las esposas?

-Mucho más de lo que imaginas. ¿Conoces la historia de Dydime? –Asentí temerosa y confundida, según me había contado mi familia, era la hermana de Aro, se enamoró de Marco y cuando iban a casarse y huir, Aro la mató-. Aro no actuó solo, no era el único interesado en mantener unida esta… familia. Imagínate qué te harán, una extraña, poniendo en duda las intenciones de Cayo, infravalorando la unión que tienen… debes huir. No puedo dejar que te hagan lo mismo.

-Pero…

-Ness… -Félix intentó sonreír-. No puedo dejar que hagan daño a una joya como tú… tienes potencial para dominarlos, eres una amenaza, por ello quieren destruirte. No veo ningún tipo de pecado, aunque difamaras a Cayo, muchos han puesto en duda su realeza, pero siempre con testigos… no has sido lista haciendo esto. ¿Tienes algún modo de escapar, entonces?

-Yo… -Félix tiró de mí y nos ocultó en un pasadizo secreto, mientras pude escuchar a la guardia salir-. ¿Qué pasa? –hizo un gesto para que me callara-. ¿Qué?

-Van a atacar a alguien, cerca de casa –me miró preocupado-. ¿Seguro que has venido sola? A mí puedes engañarme, pero Aro sabe cada paso que has dado para venir… no va a dejar huellas.

Saqué mi móvil y tecleé rápidamente, no quedaba ya mucho tiempo para la puesta de sol, momento en el que tenía claro que atacarían.

-Charlotte, debéis huir. Aro lo sabe todo, sabe que estáis aquí, han mandado a la guardia.

-¿Qué ha pasado? No pensamos dejarte sola… iremos por ti si es necesario…

-Me han mandado con las esposas, al parecer quieren eliminarme… Félix está conmigo, quiere ayudarme a escapar, pero no puedo irme sabiendo que estáis en peligro…

-¿Félix va a traicionar a Aro? No puedo creerlo…

-Yo sí… le creo -podía notar una simpatía extraña hacia mí, podía ver que estaba entretejiendo un plan para sacarme rápidamente de aquel castillo, pensando en qué pasadizos seríamos localizados y en cuales no-. Sé que quiere ayudarme…

-Más vale que él también tenga un plan, porque si los traiciona… no tardarán en conocer cómo te ha ayudado y matarle.

-¿Dónde nos encontraremos?

-Mónaco. Salimos para allí ahora mismo, Peter ya está saliendo de Volterra.

-Está bien… Pero debéis recoger a Edith y a Erica, están en Cannes, adelantaros y decidles que estoy bien, pero que deben ir con vosotros. Nos encontraremos en Mónaco. Tened cuidado.

-Lo tendremos… llama en cuanto estés lejos de ese lugar, si no nos llamas daremos media vuelta. No te fíes de nadie allí, ni siquiera de Félix.

Colgué y Félix tiró de mí, saliendo a un pasadizo estrecho, de apenas un metro de ancho, de paredes de piedra por lo que pude tocar. No había luz y el aire era denso, apenas respirable, por lo que comencé a sentirme pesada. Félix se volvió y cogió mi mano, tirando de mí y conduciéndome al final del túnel, donde había una alcantarilla que daba a la calle. Un poco de aire fresco despejó mi cargada cabeza, pero Félix volvió a arrastrarme por otro estrecho túnel, este apenas tenia medio metro de anchura, por lo que me dejó sorprendida la facilidad que tuvo para meterse en él tirando de mí. Era realmente ágil.

Comenzaba a notar de nuevo la falta de aire, pero una rendija en la pared me ayudó. Paré y respiré, sin mirar apenas. Cuando lo hice, pude ver aquella estancia tan bonita, la recepción. Félix me urgió, a estas alturas ya nos estarían buscando. En aquel pasadizo no veía nada, sólo la pared del final, tuve la sensación de estar más atrapada aún que antes, dadas las dimensiones de aquel angosto lugar. No sabría decir, pero creo que aquel pasillo era en cuesta, al menos eso me decía mi sentido del equilibrio, del que no podía fiarme demasiado. Félix dio un salto, sin apenas impulso y se aferró a algo. Tiró de una manilla que no había visto y una ligera luz entró, junto a aquel aire que ahora apreciaba tanto.

Me aferré a su brazo para subir hasta aquel agujero, pero me asusté al ver que daba a un precipicio bastante alto. Me agarré a mi acompañante y saltamos, cayendo a la parte posterior de aquel enorme castillo. Félix me cargó y comenzó a correr, más rápido incluso que cualquier miembro de mi familia, incluso que mi padre, pero no tanto como lo haría a espaldas de Jake o cualquier otro lobo.

Sin embargo, en menos de media hora estábamos en Livorno, donde paramos un minuto, para que pudiera llamar a Peter y Charlotte. Había subestimado en demasiadas ocasiones a aquella furgoneta, pues estaban a punto de pasar por Génova, que estaba a dos horas de donde me encontraba ahora. Edith y Erica habían llegado ya a Mónaco, algo que me aliviaba y me llevaba a preguntarme cuánto tiempo había pasado en aquellos pasadizos, siendo que había comenzando a oscurecer. Estaba lejos, y no poseía ningún vehículo que me transportara a Mónaco, eso era un grave problema.

Comenzaba a desesperar, llamé a mi familia, para saber cual era el nuevo plan, pero al parecer no había plan, era el mismo, algo que me sorprendió. Noté a mis padres realmente nerviosos cuando hablaban conmigo, incluso mi padre gruñía al conocer la identidad de mi acompañante.

Acudimos a un negocio de alquiler de coches, donde lo más rápido que pudimos alquilar fue un Ford Focus. Comenzamos el viaje antes de que terminara de anochecer, me sentía cansada por lo que dejé que Félix condujera, de lo cual no me arrepentí, al ver cómo conducía. Sus reflejos eran mucho mejores que los míos y una altísima velocidad no era problema para él.

Llevábamos una hora en el coche cuando mis tripas comenzaron a sonar. Me sentí estúpida por tener hambre ahora, pero no sólo tenía hambre, estaba realmente cansada.

-Tranquila, estamos llegando a Génova, podremos parar para que comas algo si quieres. Después puedes dormir el resto del viaje.

-No creo que pueda…

-Lo imagino…

Paramos en una estación de servicio, sin llegar a entrar a la ciudad. Compré un sándwich y un capuchino para llevar, y llamé a Jake mientras esperaba en la fila para pagar, intentando tranquilizarle y convenciéndole de que en menos de un día estaría de nuevo con él. Todo esto no me costó ni diez minutos, pero fue tiempo suficiente para que todo mi destino cambiara. Cuando salí al aparcamiento varios efluvios impregnaron mi nariz, creando una extraña reacción en mí. Volví a entrar rápidamente en la tienda, mandando un único mensaje a todos aquellos que esperaban volver a verme.

Seguid con todo lo planeado. Creo que las cosas van a torcerse un poco sin mí pero seguid con mis indicaciones. Reuniros todos en Isla Esme, imagino que Alice podrá contaros qué ha ocurrido y cómo actuar. Os quiero, pase lo que pase, siempre os querré.

Suspiré y miré a través del cristal. El Ford alquilado aparcó en la puerta, con Félix al volante y un sonriente Cayo como copiloto. Bajaron del coche y dos coches más aparcaron a su lado, una especie de amenaza. No me iban a dejar escapar. Pude ver todas aquellas miradas que pedían mi aniquilación, Jane, Chelsea, Cayo, Fernando, Giselle, Marta, Isabel y Adam, contrastando con un rostro colmado de sufrimiento y dolor en Félix, probablemente por gentileza de Jane.

Miré de nuevo mi móvil que comenzaba a echar humo, Jake no paraba de llamar. Descolgué y me llevé el móvil al oído, debía darle al menos a él una explicación, pero sabía qué haría si le decía que estaban a punto de retenerme.

-Nessie, dime que todo esta bien, que era una broma.

-Jake… lo siento. Lo siento muchísimo. Pero esta no va a ser mi guerra. Los Vulturis sólo quieren atacar a la manada, no puedo poner en riesgo mi vida por ti, soy más valiosa que todo eso… -el silencio me dolió más que cualquier otra cosa-. Debéis prepararos para la batalla, debéis enviar lejos a todos aquellos que no están preparados para la lucha, un lugar que no necesito saber, que no puedo saber, porque Aro lo sabría en el instante e iría a por ellos. Mi familia hará por vosotros todo lo que necesitéis, pero yo quiero quedarme aquí, en Volterra. Un nuevo horizonte se ha abierto para mí… siento no habértelo dicho, pero Alice lo pudo ver antes de que me marchara.

-No puedo creerte. Simplemente no puedo.

-Jake… sigo queriéndote, sigues siendo mi mejor amigo. Pero algo ha cambiado, Adam me ha cambiado, no es justo pero es así, y me duele tener que decírtelo desde otro continente, por teléfono, pero él no me deja ir, no quiere que esté en esa batalla… y yo no puedo verlo –las mentiras fluían fáciles por mi voz, pero mi corazón se desquebrajaba a cada palabra-. No puedo ver cómo mi nueva familia se enfrenta a vosotros.

-¿Tu nueva familia? ¿Estás loca? Sabes bien que ellos no son tu familia, Ness, no es así. La única familia que tienes es la que está aquí, esperando que vuelvas, no que luches, simplemente que vuelvas para verte una vez más antes de la batalla, que quieren ver que estás a salvo. Vuelve, por favor.

-No puedo Jake, mi verdadero lugar está aquí, con Adam y con las esposas… -la luz iluminó mi camino-. Espero que me hagas un último favor, dile a mi abuelo Carlisle que Aro me ha enviado con las esposas, que esperan que llegue a ser lo mismo que Dydime –Cayo comenzó a impacientarse y venía en mi dirección, dentro del local-. Lo siento Jake… debo dejarte. Por favor, di exactamente lo que te he dicho, necesitarán saberlo. Te quiero…

-Ness, no puedes hacer esto… no puedes dejarnos.

-Lo sé, es egoísta, pero debo hacerlo. Lo lamento mucho, de verdad, pero eso no cambia el sentimiento que tengo hacia vosotros, mi familia. Os quiero… -Cayo rodó los ojos-. Diles también a todos eso. Nos veremos pronto…

-No… -Cayo me arrebato el teléfono-. Dudo que vuelvas a verles…

-Cayo, por favor… -Cayo colgó y me miró alzando las cejas-. Deja al menos que me despida, deja que llame a mi familia.

-Como quieras… tu destino no es volver con ellos, si realmente quieres alargar más su dolor… puedes hacer lo que quieras… -me tendió el móvil-. Que sea rápido, tenemos prisa.

-Está bien…

Cogí el teléfono y marqué el número de la única persona a la que no había llamado en varios días, mi abuelo Charlie.

-¿Nessie? ¿Qué tal por Europa?

-Muy bien abuelo… muy bien.

-Nena… mientes tan mal como tu madre. ¿Qué ocurre?

-Nada, es sólo que… no sé si voy a poder volver pronto, tal y como te prometí. Las cosas parece que se van a alargar, sólo quería decírtelo yo misma, antes de que mis padres o el resto te dijeran algo del tema. Espero que no te enfades…

-Nena, ¿es grave?

-Nada que no pueda resolverse, Charlie… -Cayo alzó las cejas-. Abuelo, tengo que colgar, ¿podrías hacerme un favor, nada más colgar?

-Claro…

-Llama a mi padre y dile que hable con Jake. He intentado despedirme de él… ya sabes. Pídele que… -Cayo resopló, para ser un vampiro, tenía muy poca paciencia-. Pídele que le proteja, que cumpla mis deseos, ¿de acuerdo?

-Nena, eso suena a despedida por largo tiempo…

-Es posible, no lo sé. De cualquier modo, espero volver pronto. Te quiero muchísimo, abuelo. Espero que al menos sepas eso y lo tengas presente siempre.

-Claro cariño, igual que yo a ti. Cuídate mucho y llama pronto.

-Lo intentaré… adiós abuelo…

-Adiós nena…

Cayo volvió a resoplar cuando colgué, se volvió solemne y salió de aquel local, llevándome con todas aquellas miradas que hacían que yo misma me odiara. Félix se metió en el coche con una sonriente Jane y con Cayo, Adam me abrió la puerta de su coche, en el que también entraron Chelsea y Fernando. En el tercer coche iban el resto de las hermanas.

Un sentimiento de culpa enorme me embargó, Félix estaba condenado por mi culpa, al igual que el resto de mi familia. Había intentado solucionar todo y ahora no tenían escapatoria. Confiaba en que los grandes poderes de mi familia, fueran los suficientemente valiosos como para salvarles de nuevo de la venganza de los Vulturis.

-Lamento todo esto… -Adam me miró de refilón-. No tenías porqué meterte en medio, sólo quiero alejarte de aquello que te corroe, que te aleja de nuestro verdadero propósito, de nuestra naturaleza.

-¿Qué?

-No hay ningún tipo de rencor hacia ti, sólo hacia aquellos que mataron a Nahuel y comprometen la supremacía de nuestra especie, esos perros… -le miré rabiosa, le odiaba con toda mi alma-. Pronto lo entenderás…

El camino fue eterno, al menos a mi parecer, aunque la luna aún iluminaba la cerrada noche. Cuando bajé del coche decenas de cuerpos con capas grises los envolvieron, dificultando mi visión, sin poder ver qué ocurría con Félix. Una siniestra niebla nublaba todos mis sentidos, algo que no podía manejar ni evitar de ningún modo, apenas sentía esa parte de mí que poseía un escudo contra ese tipo de ataques.

Desperté en aquel tétrico cuarto, rodeada por capas negras y grises, entre ellas estaban los cinco componentes de la realeza.

-Buenos días, querida Renesmee… puedes desayunar en compañía de los tuyos, si lo deseas… -parecía más bien una obligación, así que asentí molesta haciendo que Aro se riera-. Tus gestos me recuerdan al viejo Carlisle… acompáñanos.

Por el pasillo noté aquel olor dulzón que tan bien conocía y odiaba. La puerta se abrió dejándome ver a todos los híbridos en la sala alimentándose de personas, algo que me produjo un sollozo y tuve que salir corriendo, no quería ver todo aquello y mucho menos formar parte.

No me di cuenta hacia dónde corría hasta que una sonriente Chelsea me invitó a pasar a la biblioteca, con un gesto demasiado amable para ser ella.

-Pequeña Cullen… -suspiró-. Aposté con Adam por esto, así que me has hecho perder una valiosa apuesta… -señaló la mesa central, lleno de frutas y pastas-. ¿Te importa que te acompañe?

-¿Acaso tengo elección?

-No… -comenzó a reír-. Imagino que ahora no podemos dejarte sola…

-Buenos días… -Alec salió de uno de los pasillos creados por las estanterías-. Comprende que no puedan fiarse de ti después de todo… Chelsea y yo seremos tus nuevos escoltas, hasta que Félix recobre el sentido común…

-¿Está vivo?

-¡Pues claro! –Chelsea bufó-. Demasiado valioso para desprenderse de él, sólo necesitaré unas cuantas sesiones para hacerle recobrar el juicio.

Comencé a comer aguantando las caras de asco de mis nuevos escoltas, que de vez en cuando se mandaban sendas sonrisas. Cuando terminé me guiaron hacia aquella sala que tan bien conocía, ahora presidida por los portadores de las tres capas negras, seguidos de su guardia personal.

Me detuve en medio de aquella sala, con la cabeza alta y un gesto de desprecio, era lo mínimo que se merecían tras comprender que tanto Aro como Marco conocían las intenciones de Cayo. Aro se levantó y tomó mi mano, la cual coloqué tras su tacto en mi espalda, junto a la otra.

-Veo que has comprendido de qué se trataba… ¿Acaso crees que puede haber secretos en esta casa? ¿Acaso dudaste de que estábamos informados de la visita de Edith y Giselle a Jane y Chelsea? –Le miré con odio-. ¡Vamos, pequeña Renesmee! Tú misma pudiste conocer mis curiosidades sobre el potencial de vuestros cambios…

-¿Mi descendencia con Jake?

-Sí, por ejemplo. Pero dudo que algo así pueda llevarse a cabo… sin embargo, una descendencia con un vampiro, o con un miembro de tu especie… no es para nada una locura.

-¿Quieres que sea tu fábrica de híbridos?

-Bueno, aceptarás que la curiosidad que produce el no saber qué saldría de unas mezclas tan dispares, es alta. Pero también sabes que amamos las leyes… así que no podemos obligarte a hacerlo, si tú no quieres.

-¿Entonces? –Alzó las cejas dudando-. Vais a retenerme hasta que acceda, ¿no es así?

-Eso suena muy feo… más bien lo definiría como una invitación a quedarte, a aprender y querer descubrir los milagros de la naturaleza…

-Pero una invitación que no puede ser rechazada.

-Bueno… -ladeó la cabeza-. Espero que no quieras rechazarla… sería una manera de distraer nuestra atención de otros temas, como aquellos seres que detestamos.

-¿Ahora es un chantaje?

-No, veo que eres tan… rebelde, como tu familia. No es chantaje, es una realidad. Y tampoco es chantaje, dado que aunque accedieras, al final acabaríamos yendo a por ellos… la eternidad es una de las cosas que tiene… te deja demasiado tiempo libre. De todas las maneras, no veo razón por la que no quieras quedarte, muchos peligros te acechan fuera de estos muros, aquí siempre estarías protegida.

-¿Puedo retirarme a mi habitación?

-¡Claro! Chelsea, Alec… acompañadla a su nueva habitación –le miré atónita-. Es una habitación más cercana a las nuestras… queremos protegerte lo mejor posible.

-Entiendo…

Mi frustración aumentaba exponencialmente, mientras una ligera niebla me turbaba. Aquella habitación era enorme, en lo alto de un torreón, podía verlo a través de la ventana. La cama era de madera antigua, con un tallado de estilo barroco. Estaba segura de que estaba tallada en esa época, no son de los que tienen imitaciones…

Las sábanas eran de seda roja, con una manta de lana fina de un color borgoña. Había una puerta doble en la habitación, entre el armario y la cama, tan alta como la puerta de entrada de la habitación. Chelsea miró mi cara y fue directa a abrirla, era otra habitación idéntica a la mía, con la ligera diferencia de su dueño, que en este caso era Adam, que estaba tumbado en la cama leyendo distraídamente.

-¡Vaya! ¿Ya has desayunado? –Le miré con odio-. ¡Vamos! Debes entenderlo, es ley natural que todo ser quiera conocer a su descendencia, que tenga curiosidad por las cosas… hay que anteponer la especie al individuo…

-Claro… -cambié el gesto y volví a mi habitación, tumbándome en la cama en posición fetal-. Me gustaría poder descansar, si no es molestia…

Chelsea y Alec salieron de la habitación, dejando la puerta doble abierta, por lo que podía oír las hojas del libro de Adam moverse, algo que me ponía histérica. Comencé a recordar cosas, cosas preciosas que habían pasado en mi vida y que jamás se iban a repetir… Jake, Charlie, Seth y Darlene, Kevin, Ryan, Wanda, Claire, Ephraim… la manada entera. Me levanté y aparecieron mis escoltas, les mostré que necesitaba un cuaderno, algo donde escribir. No pensaba decir ni una sola palabra a partir de ahora.

Alec chascó los dedos y apareció una chica con una capa gris, mucho más clara que las de mis escoltas. La muchacha salió corriendo y volvió al minuto con un taco de pergaminos y una pluma antigua. Les hice un gesto para que me dejaran, por lo que me tumbé en la cama y creí necesario poner la fecha, veintinueve de agosto. Comencé a plasmar todos aquellos recuerdos que venían a mi mente, hasta que conseguí dormirme.

Cuando desperté los ojos curiosos de Adam me miraban, dibujándose una sonrisa enorme al verme abrir los ojos. Palpé mi cara y estaba húmeda, me había quedado dormida y babeando sobre los escritos. Me sentí estúpida por alguna extraña razón, realmente avergonzada.

Me incorporé y recogí mis escritos, dejándolos en un cajón de la mesilla.

-Buenos días… -le miré seria-. ¿No vas a hablar? –Un no debió de resonar en su mente porque cerró los ojos y sacudió su cabeza-. Vale, ya veo… si quieres puedes venir a desayunar con los de tu especie, o puedes seguir tu propia dieta… están preparados para ambas decisiones… Nos veremos después, cuando el sol se ponga, Aro nos ha hecho llamar para una reunión. Que pases buen día.

Se inclinó levemente con las manos en la espalda y desapareció por la puerta de su cuarto. Comencé a buscar mis pertenencias, busqué por toda la habitación hasta que encontré mi maleta, llena con todo aquello que había metido, pero con un olor familiar. Cayo había rebuscado en ella, estaba segura. Estaba todo menos mi móvil y las tarjetas, lo que me hizo enfurecer y estampé la maleta contra la pared. Comencé a llorar pero me detuve a los dos minutos, no iba a servir de nada.

Bajé a la biblioteca, acompañada por mi escolta personal, viendo que habían preparado un desayuno parecido al día anterior. Había dormido demasiado.

Tras el desayuno comencé a buscar libros en aquella inmensa sala, tirándome en uno de los enormes sofás para leer una novela, Cuando ya no importe. Me conmovió aquel libro lleno de historias y despedidas, unas despedidas que yo no había podido realizar como quería, dado que me habían arrebatado la oportunidad de decir un adiós sincero y claro a mis seres queridos, no podía expresarme libremente, dado que si lo hubiera hecho, hubieran sabido que mi destino con ellos se acababa, es decir, todo mi destino, el único posible.

Comencé a leer todas las obras que encontré de aquel autor, Onetti, todas me aportaban algo, me transportaban a aquel mundo que quería pintar. Así pasó el día, pude ver que la luz fuera del castillo se hacía nula, por lo que acudí a aquella sala en la que nos esperaba Aro.

Algunos de mis compañeros de especie estaban allí, esperamos por unos minutos hasta que estábamos todos, híbridos y guardia incluida. Sólo faltaban los cinco de la realeza y Adam. Comenzaba a desesperarme y a temerme lo peor… aunque nunca pude imaginar algo así.

Adam apareció cargando una mesa junto a Cayo, con una especie de mapa encima. Pero apenas reparé en lo que cargaban, me sorprendió mucho más lo bello que parecía ahora Adam, que portaba una capa rojo borgoña a sus hombros. Una sonrisa extraña se dibujó en su rostro, dedicada exclusivamente a mí. Se colocó frente a Cayo, uno en cada extremo de la mesa y la guardia comenzó a agacharse en la primera fila hacia detrás, dejando que todos vieran el centro, la mesa puesta justo encima de aquel sumidero, haciendo un círculo, por el color de las capas, con centro oscuro y periferia más clara.

Aro y Marco se sentaron en sus posiciones habituales, cediendo la palabra a Cayo.

-Bien, empecemos. Sabemos que casi todos van a estar en una isla, por lo cual tendremos ventaja, no tendrán escapatoria alguna por agua. Allí seremos más rápidos que casi cualquier navío. El problema es el reparto, dado que no todos estarán allí. Hay que conocer el paradero del resto…

-¿Torturándoles? –Marta me miró horrorizada-.

-No, Aro es mucho más útil que cualquier tortura, siempre y cuando no estén cubiertos… por lo que el objetivo principal será Bella –gruñí-. Una vez hallamos acabado con ella, el resto serán susceptibles a cualquier poder. Cuando localicemos al resto de los rebeldes, aniquilaremos todo rastro de vida que pueda haber, incluyendo descendencia directa de aquellos que sean metamorfos, asegurándonos así que no volverán a existir jamás –pensé en los pequeños, gruñí de un modo mucho más aterrador, sorprendiendo a todos a mi alrededor, incluso a Adam. Pero Cayo se limitó a seguir-. Si la descendencia se pierde, el gen lo hará con ellos… -miró alrededor, obviando mis gruñidos y mi mirada cargada de odio por completo-. ¿Alguna duda?

-No, maestro –contestaron decenas de voces al unísono-.

-Está bien… -Aro se levanto juntando las manos, parecía emocionado-. Ya conocemos el plan, por lo cual sólo faltan los testigos. Debéis traer aquí a todos aquellos que podáis encontrar. Tenéis hasta mañana, a esta misma hora, para informar a todo aquel que quiera participar o actuar de testigo. Una vez volvamos a vernos, partiremos hacia la batalla. Marchad en paz, queridos.

La sala comenzó a vaciarse por tonos de color, quedándose los portadores de capas más oscuras al servicio de los Vulturis. Alec y Chelsea tiraron de mí, llevándome a la biblioteca hasta que me calmé ligeramente, aunque no podía dejar de pensar en todo aquello. Cuando me acompañaron a mi habitación, se quedaron uno a cada lado de la puerta, no tenían intención de entrar, por lo que supuse que mi habitación no estaba vacía. Efectivamente, Cayo estaba esperando mi llegada junto a Jane y Demetri.

-Espero que tu comportamiento no vuelva a repetirse, no dejo que nadie se dirija de ese modo hacia mí ni hacia ninguno de mis hermanos. Ahora Adam es uno de los nuestros, por lo que debes respetarle de igual modo que a nosotros. Espero que no vuelva a repetirse una escena como la de antes… Dale las gracias al compasivo de Aro y a nuestra nueva adquisición, yo te hubiera aniquilado allí mismo. –Le miré con odio mientras salía de la habitación-. Te quedarás aquí, con Jane y Demetri, hasta que sea la hora de partir. Permanecerás con nuestras esposas aquí, custodiada por la guardia, por lo que olvida cualquier estúpido intento de escapar. Y recuerda, no doy segundas oportunidades… así que muestra más respeto o acabarás como el resto de tu familia, haciendo de brasa para el fuego.

Dio un portazo mientras salía, quedando Demetri y Jane a los lados de la puerta doble que comunicaba con la habitación de Adam. Miré mi maleta, de nuevo hecha y ordenada, con el mismo olor tan asqueroso que desprendía Cayo. La estampé de nuevo a la pared mientras unas risas provenientes de Jane llenaban la habitación. Intenté encararme con ella, pero en menos de dos segundos estaba en el suelo.

Las puertas dobles se abrieron, y la voz de Adam instó a Jane a que parase, la cual obedeció.

-Abandonad ahora mismo el cuarto.

-Cayo nos ha dicho que nos quedemos.

-Y yo os digo que no es necesario, quiero estar con nuestra invitada a solas. ¡Salid de aquí ahora mismo he dicho! –Ambos se miraron confusos y salieron de la habitación-. ¿Estás bien? –Le miré con odio y obvié su pregunta-. Lamento que te hagan esto, pero debes considerar todo lo que te han dicho. Te están pidiendo que formes parte de esto –le miré furiosa-. No te pido que luches contra tu familia, ni siquiera contra esos perros a los que adoras. Te pido que formes parte de la realeza… -sacó una cajita y la abrió. Una piedra enorme, que emitía reflejos de todos los colores, como el arco-iris, engastada en platino con forma de anillo-. Te pido que seas mi esposa.

No tuve reacción, sólo me quedé congelada, sin ninguna emoción, ni buena ni mala. Él sonrió levemente, emitiendo un ligero silbido por el que apareció un chico de capa gris marengo, que no recordaba haber visto, cargando un escritorio del mismo estilo que el resto de la habitación. La puso debajo de la ventana, donde había una silla del mismo estilo forrada en terciopelo rojo. El miembro de la guardia desapareció cerrando la doble puerta tras de sí.

-Seguramente quieras pensarlo, pero es la opción que más te conviene ahora, créeme. Soy el único que va a ser capaz de respetarte lo suficiente en esta casa, pues soy el único que está en tu misma situación –le miré extrañada-. Si permaneces aquí, más vale que dejes claro que perteneces a alguien, si es que quieres ser dueña de tus actos.

Todo aquello me estaba superando, no podía controlar mis pensamientos y fueron desde las miradas de Alec, a las de Aro, después a las de Marco y finalmente a Félix. Después comparé su mirada con la de ellos en mis recuerdos, idénticas. No había reparado en ello hasta ahora, pero podía sentir que el trasfondo de aquellas miradas era sólo uno. Deseo. Mi confusión creció y le miré con cierto pánico.

-No debes tener miedo si permaneces a mi lado. No voy a forzarte a hacer nada que no quieras, aunque sé que si me dejas, acabaré conquistándote. Pero conozco los motivos por los que Félix te sacó de aquí, deseaba que le agradecieras tu rescate de un modo lúdico, al igual que todos hacen cosas por ti con el mismo fin. Si no lo haces Aro acabará convenciendo a Chelsea de que te haga sentir por alguno de ellos lo que no sientes, así que yo te ofrezco una escapatoria. No te obligo a sentir nada por mí…

-¿Pero sí a decir que te pertenezco? –bufé y mi voz salió más aguda de lo que hubiera querido. Dos días sin hablar habían hecho estragos en mi voz-. ¿Qué pretendes?

-Simplemente que aceptes mi petición, ofrecerte un modo de escapar a los oscuros pensamientos de Cayo, Aro, Marco o cualquier miembro de la guardia… -se acercó a la mesa y depositó la caja allí-. Sólo piénsalo…

Me guiñó un ojo y se acercó a mí, acariciando levemente mi rostro. Su tacto cálido me llevo a miles de kilómetros de aquí, haciéndome inspirar. Él se acercó y olió mi pelo, que caía por mis hombros. Me quedé estática y abrí los ojos para volver a la realidad. Se alejó con una sonrisa de satisfacción que me produjo asco, para salir de la habitación abandonándome con todo aquel cúmulo de emociones.

Miedo, ira, furia… pero lo peor era el dolor de aquellas imágenes, de aquellos recuerdos que me fustigaban. Busqué mis manuscritos y me puse a escribir de nuevo, tumbada en la cama.