Capítulo XI: Destino... verano.

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Era un día nublado, realmente no parecía verano. Pero eso me alegraba, porque nuestros planes seguían en pie. Íbamos a visitar al abuelo, luego iríamos a La Push, para ver la nueva casa para Rachel, la que Jacob había construido. Después pasaríamos el día en la playa, con el resto de la manada, incluidos los pequeños. A la mayoría no les veía desde Navidad, cuando vinimos a pasar unos días a Forks. Charlie insistió muchísimo en que nos quedásemos en su casa, no quería tenernos lejos para una semana que podía estar entera con nosotros.
-No hay problema en que os quedéis aquí… yo… yo dormiré en el sofá…
-Ni hablar, papá –decía mi madre-. No dejare que te dejes la espalda en ese sofá. Si quieres que nos quedemos, tendrás que dormir en tu cama, nosotros ya nos apañaremos… -mi madre puso cara de “Son cosas que no quieres saber”, mientras movía la cabeza-.

-Está bien… le pediré a Sue la cama abatible, para instalarla en tu cuarto.
-Me parece bien…

Ciertamente fueron unas vacaciones muy ocupadas. Jacob se iba a casa cuando bostezaba, pero volvía al punto de la mañana. Fue una semana realmente bonita, se respiraba un fuerte ambiente navideño, comíamos todos los día
s juntos, la manada y sus parejas, Claire y yo, mis padres, Sue, Billy y el abuelo Charlie. Realmente pensé que echaría mucho de menos a mi familia paterna, pero no me dejaban tiempo para echarles de menos. Entre todos me mantenían entretenida y feliz, hasta la despedida. Claire me abrazó y lloramos juntas, pero lo peor fue cuando tuve que separarme de nuevo de mi tío Jake y del abuelo. Sabía que ambos vendrían el fin de semana, como todos los fines de semana. Era rutinario que cada viernes me sentara en la puerta de casa hasta que aparecía la moto de Jake. Un par de horas más tarde aparecía el coche de mi abuelo. El domingo era mi abuelo el primero en marcharse al punto de la mañana, y casi cuando anochecía lo hacía Jacob.
Cuando montaba en el coche de papá para dirigirnos de vuelta Monroe, Jacob me dio un regalo, no muy bien envuelto y me pidió que lo abriera en casa, en mi habitación. Nada más llegar lo abrí, era un caza sueños enorme, ya que sabía que seguía teniendo pesadillas con su marcha. Lo puse en el cabecero de mi cama, al lado del lobito tallado en ella.

-Estamos llegando –dijo mi padre acabando con la ensoñación que me habían producido los recuerdos de Navidad-.
Bajé la ventanilla, para que entrara aire en el coche. Podía oler esa mezcla de efluvios que hizo que mis padres torcieran las narices. Olía como todos ellos juntos, pero podía diferenciar el suyo por encima de los demás. Corriendo al lado del coche, a través de los árboles, un lobo rojo corría muy rápido aullando. Me daba la bienvenida. Me entraron ganas de decirle a papá que parase el coche, que me dejara bajar y llegar a casa a lomos de mi lobito.
-A Charlie no creo que le hiciera mucha gracia ver a su nietecita a lomos de un lobo gigante. Sería muy difícil de explicar… -dijo mi padre con tono socarrón.
-Te prometo que luego podrás, cariño –dijo mi madre, algo más comprensiva que papá-. Cuando hayas pasado algo de tiempo con Charlie, realmente te echa mucho de menos.
-Lo sé, mamá, al igual que yo, solo que no puedo evitarlo… también quiero mucho a Jake.

Llegamos a casa de Charlie, el cual salió corriendo para abrir mi puerta y abrazarme casi sin dejarme salir del coche. Me sacó en brazos y besándome en la mejilla, acarició mi pelo y me miraba constantemente.
-Si no fuera por esos ojos, no podría creer que eres tú. Cada día estás más grande pequeña.
-Lo sé abuelo, siempre me dices lo mismo.
-Porque es cierto. Te ha crecido el pelo, estás muy guapa –volvió a besarme en la mejilla-. Os he echado mucho de menos estos días, siento no haber podido ir este último fin de semana.
-No pasa nada papá, entiendo que tienes trabajo y una vida además de nosotros –dijo mamá mientras le daba un beso a su padre-. No te vamos a dejar de querer por no verte en un par de semanas –dijo mientras le sonreía y Charlie se emocionaba. Mi madre nunca había sido tan emotiva con Charlie, según decía papá, hasta que se volvió a separar de él. Charlie tampoco había sido así hasta que yo nací, por lo que ahora, según las teorías de mi tío Jake, me decía tantas cursiladas porque las había acumulado durante años. Pero a mi no me importaba, era mi abuelo-. ¿Qué tal están todos?
-Bien, como siempre. No cambian muchas cosas por aquí –dijo mientras me bajaba al suelo, realmente pesaba mucho para que mi abuelo pudiera tenerme en brazos más de un par de minutos-. Aunque no estaría mal que cambiaran un poco, como hoy.
-Lo sé, papá, lo sé. Intentaremos venir más a menudo.
-Hola Charlie –dijo papá cargado de maletas. Había empezado a bajar cosas del coche mientras nos saludaba-. Me alegro de verte.
-Yo también Edward. ¿Qué tal los estudios? Aunque no creo que sea muy difícil para ti, teniendo a tu padre de maestro –dijo sonriendo-.
-No, la verdad es que no es tan difícil como imaginaba.
-¡Nessie! –su voz sonaba normal, aunque venía corriendo-. ¡Bells! ¿Qué tal os ha ido el viaje? Hola Edward, Charlie… -Dijo mientras seguía avanzando hacia nosotros y se dirigía directo a mí-. ¡Pequeña! –dijo mientras me levantaba por los aires, a diferencia de Charlie, él parecía que estuviera levantando una pluma-. No sabes lo mucho que te he echado de menos…
-Jacob… -mi madre le miró un poco mal, no le gustaba que fuera tan efusivo conmigo delante de Charlie-.
-Perdona Bella… -se acercó a ella y le estampó un besazo en la mejilla-. No te pongas celosa, ¡también te he echado de menos a ti! –mi madre le miró con ojos desorbitados, al igual que Charlie. Mi padre sólo gruñó bajito-. Eddie, sabes que a ti también, pero no voy a besarte…
Mi madre y yo nos reímos, mi abuelo intentó disimular, pero mi padre tenía cara de querer arrancarle la cabeza a Jake.
-Será mejor que metamos las cosas dentro… -dijo mi abuelo-. No quiero tener que amenazaros con sacar la placa como antaño… -Mi madre se rió, pero yo no lo cogí. La gracia no fue tan gracia para papá y Jacob que se pusieron serios, quizá demasiado-.
-Eso ha sido un golpe bajo, jefe Swann –dijo mamá al abuelo mientras cogía algunas maletas.

Metimos las maletas a casa del abuelo, las apilamos en la habitación de mi madre, que era bastante pequeña, pero por alguna razón se veía feliz allí, al igual que mi padre.
Una vez nos habíamos instalado nos dirigimos a La Push. El viaje fue bastante extraño, porque ni Jake ni mi abuelo estaban muy cómodos. Sin embargo papá sonreía. Yo me senté entre Jake y el abuelo, tendiéndole una mano a cada uno. Cuando llegamos Billy nos esperaba en casa, junto a Reich y Paul. Paul estaba allí posiblemente por Reich, y Reich por Jacob. La verdad es que en estos años atrás eran dos personas desconocidas, si no fuera por lo que Jacob me hablaba de ellos. De hecho, era la primera vez que veía a Rachel en persona.
Aún así nos recibieron bastante bien, quitando las caras de Paul, que me resultaban muy cómicas. Fuimos andando hacia la nueva casa, siendo Jake quien empujaba la silla de su padre y mi abuelo quien me llevaba de la mano. Poco a poco me fui acercando a la posición de Jacob, que lucía ligeramente apenado, algo que no podía tolerar. Puse mi mano encima de la suya, ayudándole a empujar a Billy. Nos miramos y sonreímos. Mi abuelo no puso muy buena cara, pero intentó disimular su mal humor. La casa era preciosa, siguiendo la estética de las que estaban alrededor, pero parecía muchísimo más sólida y más grande. Ciertamente Jacob había realizado un gran trabajo.
La primera estancia era muy diáfana, unos sillones junto a una televisión más pequeña de las que acostumbro a tener, una mesa de comedor y detrás de una barra la cocina. Al otro lado había un pasillo, por el cual se llegaban a tres habitaciones y un baño.
-¡Vaya! –Dijo Billy-. Hijo, es un gran trabajo. Pero… ¿tres habitaciones?
-Bueno, piensa que ya que su boda será a final de verano… posiblemente… -hizo una mueca de repulsión, pero en sus ojos había un brillo extraño-. Posiblemente el año que viene haya un miembro más en la familia. Seguro que mis sobrinitos quieren que su abuelo pase alguna noche con ellos… así que…
¿Sobrinos? ¿Había dicho sobrinos? Mi corazón pareció encogerse. ¡Genial! Sabía que algún día llegarían… pero no tan pronto. Eso limitaba mi tiempo con Jake, cuando tuviera sobrinitos ya no querría estar tanto tiempo conmigo. Era injusto, pero era normal. Yo era su sobrinita postiza, pero la sangre une mucho más. Sin embargo todos sonreían mirando a Rachel.
-De hecho… –comenzó-. Me gustaría que vinieras ya conmigo, Billy. Al menos una temporada. Jake tiene mucho lío con la manada, al igual que Paul. Yo voy a estar mucho tiempo sola, así que me gustaría que estuvieras aquí, haciéndome compañía.
-Ni hablar. En esa casa os crié, viví con tu madre y no pienso abandonar ese lugar hasta el día que me muera.
-Papá… no seas cabezota –dijo Jake-.
-No, no es cabezonería, es cuestión de la definición de hogar. Rachel empieza su nueva vida con Paul, pero yo no tengo que empezar nada. Mi casa es y será siempre la misma.
-Lo siento, solo… -Rachel entristeció-. No quería que te enfadaras. No lo había visto así, perdona.
-¿Qué tal si vamos a la playa a comer? Creo que el resto ya están allí, ¿no? –dijo Paul mirando a Jacob, en un intento de romper la tensión que se había generado-. Como no vayamos pronto no nos dejarán ni los restos.
-Sí, será mejor darse prisa.

Bajamos a la playa donde se encontraban todos. Me abracé a Claire, que había crecido ligeramente desde la última vez que estuvimos juntas. También abracé a Emily, que cargaba a Ephraim, ya casi parecía una personita con su Leah custodiando cada movimiento que hacía.
Fue una tarde estupenda y como en Navidad, la semana pasó con una rutina a la que no costaba acostumbrarse. Me encantó, pero sabía que sólo quedaba un día, lo que me entristecía muchísimo.
Era la mañana de nuestro último día en Forks… Me senté en las escaleras de la casa del abuelo, muy entristecida por el hecho de tenernos que ir. Sabía que debíamos volver, ya echaba de menos al resto de la familia, pero era distinto. El móvil de mamá sonó dentro pero salió en seguida a dármelo.
-Han hecho una especie de reunión solo para llamarte… -dijo con cariño-.
-¡Hola! -Dije muy alegre.
-Más te vale que muevas el culo de esas escaleras –dijo mi tía Alice-. Te he visto, por eso he organizado todo este tinglado. Cariño, ¿de verdad quieres quedarte todo el mes en Forks?
-Bueno, no lo había llegado a pensar conscientemente, pero ahora que lo dices… no me importaría –en ese momento papá se sentó a mi lado, mientras mamá estaba apoyada en la puerta de la casa-. Os estoy echando mucho de menos… pero no sé –no quería ni pensarlo-.
-¿Vas a dejarme sólo con tus tíos? Emmett y Jasper me están matando, siempre me ganan a todo si no estás conmigo en el equipo… -me decía Nahuel. Era la única persona que conocía que no me había visto desde que era una enana, mi mejor amigo. Lo quería muchísimo. Era mi nuevo compañero de juegos, llenaba el vacío que me producía la ausencia de Jacob durante la semana, y el fin de semana aumentaba mi alegría-. Te echo muchísimo de menos y sólo ha pasado una semana.
-Pero estaré con vosotros el resto del año, por favor, concededme este tiempo para mí y esta parte de la familia. ¿Si?
-Te vamos a echar mucho de menos, cariño. Pero soy capaz de entenderlo –dijo mi abuelo-. No estaría mal que al menos el fin de semana que viene vinieras para hacerte tu revisión… es algo que no nos podemos perder.
-Está bien, lo prometo. Os quiero muchísimo…
-¡Nosotros más, te queremos Nessie! –gritaron todos al unísono mientras oía a todos decirme cosas mientras se despedían, era un guirigay muy extraño pero que me hizo sonreír. Era mi familia.

Colgué y le devolví el teléfono a mamá.
-Entonces, ¿nos quedamos todo un mes?
-Bueno… es lo que me gustaría… -miré a papá. Parecía algo triste, pensativo.
-Si vamos a quedarnos todo un mes será mejor que arreglemos ligeramente nuestra antigua casa. Estar tanto tiempo con Charlie no será muy bueno para él, acabará viendo cosas que no son muy normales y… bueno, él mismo quiere saber sólo lo justo y necesario.
-Eso quiere decir… ¿nos quedamos? –le dije muy emocionada-. ¿De verdad?
-Bueno… -mi padre me sonrió-. El resto te ven todo el año, es muy injusto que limitemos tu tiempo con ellos, pudiéndonos quedar un poco más. Pero deberemos volver a casa.
-¡Gracias papi! ¡Te quiero muchísimo!

Entré corriendo en la casa para informar al abuelo que nos quedábamos todo el mes. Él insistió en que no era molestia que nos quedásemos, pero mamá le dijo que estaríamos a cinco minutos y que pasaríamos el día juntos, pero que era un lío dormir todos allí por todo el mes.
Una vez habíamos recogido todas nuestras cosas en las maletas le olí. Salí corriendo de la habitación, baje las escaleras y abrí la puerta de entrada de un tirón. Él me miró algo sorprendido desde debajo de las escaleras, yo me limité a saltar encima de él. Le abracé muy fuerte sonriendo. Él entristeció.
-¿Tanto te alegras de librarte de tu pesado tío Jake? –Me dijo ligeramente apenado mientras yo sonreía aún más-. ¿Tan pesado soy?
-Sí Jacob, eres demasiado pesado… -contestó mi padre sarcásticamente mientras sacaba las maletas para meterlas al coche, seguido de mamá y Charlie-.
-Pero qué… ¿ya os vais? Creí que os marcharíais por la tarde… -sentí como su cara aún entristecía más y la fuerza de su abrazo aumentaba. Temblaba ligeramente, no solo estaba entristecido, también enfadado por no haberle dicho que nos íbamos ya… supuestamente claro.-
-Sí tío Jake, nos vamos de casa de Charlie…. Es un lío dormir todos aquí, así que… nos mudamos a la cabañita.
-¿Cómo? ¿Para un día?
-¡No, tonto! –dije riendo. Su cara había pasado a una mueca de confusión muy divertida-. ¡Nos quedamos todo el mes! ¿Qué te parece?
-¿En serio? ¡Todo el mes! ¡Es genial! –Me abrazó más fuerte-. Y, ¿ese cambio de planes? –Dijo mirando a mi padre-. ¿No había una razón de mucho peso para que volvierais?
-Sí, la hay… tengo un examen la próxima semana, bastante importante –me miró, debía recordar que tenía que ir para hacerme el control…- pero como Nessie no para de insistir en que no se quiere marchar… nos iremos sólo un par de días para que pueda hacer el examen, pero volveremos. Luego nos quedaremos hasta que Bella tenga que volver al trabajo.
-Bueno, si queréis puedo cuidar de Nessie esos dos días… -interrumpió mi abuelo-. Así la niña no tiene que aguantar el largo viaje…
-No, abuelo, debo ir con ellos –interrumpí, debía ser yo quien dijera las palabras para que mi abuelo Charlie no insistiera-. Me gustaría ir. Así podré ver al resto de la familia, también los añoro…
-De acuerdo pequeña, está bien.

Nos fuimos a la cabaña, dejamos la casa habitable en solo un par de horas. Había algo que debía hacer, algo que no había podido en toda esta semana y que no me dejaron hacer en Navidad dado que hacía muchísimo frío. Miré a mi padre, pues seguro ya conocía cuales eran mis planes.
-Ahora no puedo negártelo… pero no tardes… -me pidió con carita triste-. No me gusta que andes sola por mucho tiempo.

Le dí un beso enorme, al igual que a mamá, y salí corriendo con una velocidad bastante mayor a la de cualquier humano. Y allí apareció, estaba prácticamente igual que la última vez, pero sin el lobo rojizo apoyado en él y durmiendo. Me dio un pinchazo en el corazón, me seguía sintiendo culpable por haberlo abandonado allí, solo. Pero ahora volvía a estar aquí, algo que me entusiasmó. Subí por las escaleras de aquel gran árbol y entré a la casa. Su olor estaba presente débilmente, no hacía mucho que había estado allí. Casi todo seguía en su sitio, tal y como lo dejé. Comencé a buscar mis dibujos en el cajón donde los guardaba, pero no estaban. Daba igual, podría hacerlos de nuevo. Me senté y me puse a dibujar, no era una gran artista, no pintaba cuadros al óleo, pero las caras se parecían bastante a la realidad.
No sé cuanto tiempo estuve allí, pero me dí cuenta de que la luz había desaparecido levemente y que tenía hechos unos quince dibujos distintos… Papá me iba a matar. Comencé a recoger y su olor me llegó. Baje las escaleras corriendo y un lobo rojizo se acercó a mí, agachándose. Era lo que siempre hacía para que subiera, solo que ahora ya no necesitaba trepar por su pelaje, ya no medía menos de un metro de estatura. Había alcanzado el metro treinta y cinco, por lo que me fue más sencillo que cuando era más pequeña. Aún así le tuve que dar un par de tirones de pelo para llegar a su lomo. Me encaramé a aquel pelaje espeso y le abracé, aunque mis brazos no llegaban si quiera a rodearle el cuello.
Se levantó y me agarré más fuerte, sabía que esa era la señal de salida. Corrió a través del bosque en dirección a mi casa, aunque paró cien metros antes. Se agachó para que pudiera bajarme. Después se escabulló entre los árboles y salió en su forma humana. Me cogió y me puso en sus hombros, como cuando era más pequeña.

Llegamos a casa y Charlie estaba con mamá. Ella preparó algo de cenar para los tres, estuvimos viendo una película después de cenar y luego se fueron.
De nuevo la feliz rutina hizo que pasaran los días como si fueran horas. Llegó el día en el que teníamos que acudir a Monroe para mi control. El viaje se me hizo eterno, pensando en mi familia en conjunto. Los primeros años de mi vida, estando todos unidos habían sido maravillosos, pero ahora sufría estando en cualquier lugar, siempre echaba de menos a alguien. Cuando llegamos estuve a punto de sufrir un síncope con tantos abrazos y besos. Me aferré al brazo de tío Jasper que con mucho esfuerzo calmó las ansias de todos.

Comenzamos con el rutinario control, había que medirme, pesarme y hacerme unos análisis. Después de toda la parafernalia y de comprobar que mi ritmo seguía siendo bastante rápido, pero decelerando, Nahuel me llevó de caza.
-Te he echado de menos, muchísimo. Sobre todo porque todos tienen demasiadas cosas que hacer, si no fuera por Esme, estaría más de medio día solo, lo que me resulta muy incómodo.
-¿Cómo llevas la transición?
-Bastante mejor. El otro día le propuse a Esme dar una vuelta por el parque. Tuve que irme a la media hora, porque no aguantaba más, pero al menos fue más tiempo que el día que fuimos contigo.
-Me alegro… -recordé el día que había mencionado. Bajamos del coche y él se puso muy tenso. No pudimos llegar a entrar al parque ya que su sufrimiento hizo a Jasper comenzar a perder el control también, algo que no le pasaba desde hacía años. Mi padre decidió que no volviéramos a hacer algo parecido durante un largo periodo-. Eso es que va mejor.
-Bueno, realmente tampoco nos adentramos en él, me daba miedo. Pero pudimos permanecer sentados en el capó del coche durante media hora. No quise forzarme más, ya que esta vez solo estaba Esme y no creo que pudiera hacer nada conmigo, como podrían hacerlo Jazz o tu padre.
-Poco a poco, te acostumbrarás. Eres fuerte.

-Me siento muy extraño. Eso de que la pequeña de la familia me consuele como si fuera una venerable ancianita me desconcierta. No sólo creces a pasos agigantados, si no que tu madurez va muy por delante de tu edad aparente. Eres muy especial, Ness.
-Gracias Nahuel.


Volvimos a casa y pasamos la noche con ellos, todos en casa de Esme. A la mañana siguiente tenía ansias por volver a Forks, por lo que mi padre accedió a volver. A la tarde salimos hacia Forks, sorprendiendo a mi abuelo Charlie. Cené en su casa, mientras mis padres llamaban a Jacob para informarle de nuestra llegada. Después de cenar acudimos a la cabaña, donde nos esperaba tío Jake. Estaba verdaderamente cansada, así que me fui a la cama. Jacob se quedó para hablar con mis padres, así que me tumbé intentando escuchar la conversación.
-¿Cómo que habéis vuelto tan pronto? –Comenzó Jake-. No me malinterpretéis, me encanta que estéis aquí… pero me sorprendió.
-Lo sé –dijo mi padre-. Pero es algo que tiene que ver con ella.
-¿Qué le ha pasado?
-Me imagino que si no fuera porque ni ella misma se permite pensarlo, te lo contaría. Creo que va a ser la primera vez que lo escuche, pero como no creo que se duerma hasta que terminemos la conversación, será mejor que os lo cuente yo -¡UPS! Me olvidé del pequeño detalle del poder de mi padre. Pero bueno, quizá así entendería porqué no había puesto pegas a volver tan rápido-. Lo único que le pasa es el tiempo.
-¿El tiempo? –Preguntó Jake, al tiempo que mi madre suspiraba-.
-Sí, creo que sé a qué te refieres… -intervino mamá-.
-Os conozco, y sé como pensáis. Os habéis dado cuenta de los ligeros cambios que sufre la gente normal con el tiempo, sabéis que para ellos el tiempo tiene un límite. Por eso no me opongo a venir y a pasar el verano aquí. No creo que importe que estemos mucho aquí, ya que mi familia estará allí para siempre, pero el resto no. Por eso no me he opuesto y hemos vuelto lo más pronto posible.
El silencio reinó en la habitación. Mamá acudió a mi lado, abrazándome simplemente. No intercambiamos ninguna palabra, las dos pensábamos en Charlie.
Pasó una hora sin que ninguna de las dos nos moviéramos, en un intento porque me durmiera, pero no podía, no ahora. El pensamiento que había retenido ahora no dejaba de corretear por mi cabeza. Mi padre acudió corriendo en cuanto supe que me iba a poner a llorar y me dio un beso en el pelo. Jacob se sentó en el suelo, cogiéndome la mano. Menuda estampa. Los tres pendientes de mis mortales pensamientos.
El terror se apoderó de mí. Mi abuelo cambiaba y envejecía cada momento, como todo humano. Debía permanecer el mayor tiempo a su lado, debía olvidar esa ansia por estar con mis tíos, con Nahuel o incluso con Jacob. Mi abuelo era lo que más importaba. Papá negó con la cabeza, pero no podía hacerle caso. Empecé a imaginar como sería una vida con el abuelo en Forks, viviendo con él. Podría incluso llegar a hacer una vida normal, pero él no. Sufriría viéndome crecer de ese modo tan desproporcionado, además de que tendría que ir de caza y no creo que a mi abuelo le hiciera mucha gracia ver como su nietecita mataba animales indefensos. No se en qué momento de la visualización de mi vida con mi abuelo, caí presa del sueño.

A partir de aquella noche intentaba pasar el mayor tiempo posible con mi abuelo. Jacob me seguía, ya que me empeñé en estar con mi abuelo al máximo, acompañándolo hasta comisaría y yendo a recogerle cuando salía. Me despertaba muy temprano para poder ir a desayunar con él, y cenábamos juntos para después ver una película hasta que alguno de los dos se dormía. Acabé durmiendo la mitad de los días en la cama de mi madre, ya que Charlie insistía en que no le importaba que me quedase a dormir y mamá lo consentía. Otros días cuando Charlie se quedaba dormido mientras veíamos la tele, lo mandaba a su cama y nos íbamos a casa.

Un beso en la cabeza me despertó. Mi abuelo Charlie abrió de par en par la ventana del cuarto de mamá. Hoy era mi último día en Forks.
-Puedo pedir el día libre, si quieres.
-No importa abuelo, debes ir a trabajar. Esperaré a que vuelvas, les pediré que nos quedemos un poco más a ver si los convenzo.
-No, no quiero que te enfrentes a tus padres por tu abuelo. No lo consentiré. Llamaré para quedarme hoy contigo, es lo menos que puedo hacer. Podemos ir a pasar el día a la Push, para que estés con todos.
-Me parece bien.

Mi abuelo salió de su cuarto y oí como llamaba a su ayudante. Le dio el teléfono de mamá por si había alguna urgencia grave. Llamaron a la puerta, pero yo ya sabía que eran mis padres. Un sentimiento de pena aguda me invadió, tuve el impulso de llorar pero ellos me abrazaron antes de que pudiera empezar.
-¿Podemos quedarnos un poco más?
-No cariño, le prometí a Esme que volveríamos para poder comenzar mañana un trabajo muy importante, y tu padre empieza las clases en unas semanas, debemos volver.
-No puedes quedarte sola –dijo mi padre antes de que si quiera pudiera planteárselo-. ¿Cómo le explicarías a Charlie tus salidas de caza? Sería muy complicado…
-Baja a desayunar, Charlie está preparándote algo muy… suyo –dijo mamá. Sabíamos que la cocina no era el fuerte del abuelo, pero ponía tanto empeño que yo me lo comía como si fuera el mejor manjar del mundo-. Ya sabes…
-Ahora mismo bajaré –dije resignada-. Pero me gustaría que lo pensarais, por favor. Sólo un par de días…
Mi padre fue a hablar pero mi madre lo arrastró literalmente fuera de la habitación. Mi madre había dejado una bolsa en el pie de la cama con mis cosas. Me levanté y me vestí para bajar a desayunar, pero mientras me peinaba frente al espejo no podía dejar de pensar en querer ser una persona normal. Odiaba esto. Odiaba que tuviera que elegir entre mis familias, que no pudiéramos estar como en los primeros años. Además, ahora si que no podíamos volver, porque mi abuelo no podía volver al hospital como si nada, después de haber estado durante varios años más diciendo que casi cumplía los cuarenta… pareciendo un hombre de cómo mucho treinta y pocos. El resto se suponía que estaban en la universidad, por lo que aquí no podían salir mucho de casa. Mi padre ahora se había enrolado en su carrera, mamá en la empresa. Habían emprendido una nueva vida sin preguntarme nada de mis sentimientos. Jacob tenía que estar aquí por su familia, por la manada… Charlie tenía su trabajo, a sus amigos, en especial a Sue.
Todo el mundo tenía algo, algo a lo que aferrarse para estar en un lugar. Yo era mitad humana, mitad vampiro. Con media familia en Monroe y media en Forks. Medio corazón aquí y medio a kilómetros al noreste. Sin hablar de mi abuela Rene, a la que había visto un par de veces en mi vida, pero que mi madre añoraba constantemente. Todo esto era muy injusto, pero mamá conseguía ser feliz.
Mi padre apareció en mi cuarto, intentando ayudar a peinarme. Le miré raro, nunca había conseguido hacerme una coleta decente y mis tías siempre se reían por eso. ¿Qué intentaba?
-Un poco de fe en tu viejo padre, Nessie…
-¿Viejo? Vaya vejez… eternamente joven…
-Como algún día te pasará a ti. También forma parte de tu naturaleza, no lo olvides.
-No, no puedo olvidarlo. Al igual que no puedo olvidar que cada día Charlie tiene una nueva cana, sus arrugas se marcan más. Voy a perderlo. Vosotros estaréis para mí siempre, pero él no. He perdido tantas cosas y he sufrido tanto por irme con vosotros… Os quiero, pero no puedo permitirme el lujo de perder el poco tiempo que me queda con Charlie, Claire y demás humanos que forman parte de mi vida. No puedo.
-Ness… mira, escucha… tu abuelo aún es joven, aún le quedan muchos años. ¿Crees que no lo pensé cuando nos fuimos? ¿Tan poco crees que me importan tus sentimientos o los de tu madre?
-No papi, se que nos quieres… pero…
-Pero estás confusa, es algo normal. No dejes que el miedo se apodere de ti. Es algo a lo que, sé que suena muy duro, pero te acostumbrarás. No es fácil para ti porque conoces muy pocos humanos, y estás muy aferrada a ellos. Pero es la ley de vida, nosotros nos lo saltamos… por ello…
-Mamá se enfadará mucho si lo dices…
-Pero no lo he dicho… no esta vez.

Eso me recordó la conversación que le escuché hace muchos años. Él creía que estábamos condenados, al igual que el resto de la familia. Se lo explicó a Seth, un día de aquellos en los que papá estaba muy triste mientras mamá se recuperaba. Sin querer se lo mostré a mamá en mis visiones un día, por lo que hubo una bronca monumental entre mamá y papá. Creo que nunca les había visto discutir, exceptuando aquella vez.
Bajamos a desayunar y no paraba de mirar a mi abuelo. Seguramente si fuera un día de fiesta normal para él iría a pescar, algo que le encantaba. Sin embargo había dicho de ir a La Push solo por mí, porque yo estuviera con todos mis amigos el último día de vacaciones.
-Creo que sería un buen día para ir al espigón a pescar, ¿no crees abuelo?
-¿A pescar?
-Sí, me apetece muchísimo. Podemos ir a la playa de La Push a pasar el día con todos, así estaremos juntos y también podremos pescar –eso me recordó el día de la acampada-. ¿Aún guardas la caña que me regalaste?
-Por supuesto pequeña –se levantó y me besó en la coronilla-. Termina de desayunar, yo prepararé los aparejos.

Mi padre y mi madre me sonreían. Había hecho feliz al abuelo. Al menos podía ser capaz de hacer feliz a todo el mundo de vez en cuando, no solo les hacía sufrir. Eso me consolaba ligeramente.
-Siempre nos haces felices. Nada de lo que hagas nos hará sufrir nunca –me dijo mi padre siguiendo el hilo de mis pensamientos. Eso me hizo pensar en pedirles quedarme de nuevo-. Aunque eso si que me haría sufrir bastante, es lo único.

¡Genial! Lo que iba a ser un chantaje emocional en toda regla se había convertido en un chantaje emocional hacia mí. En momentos como este odiaba el don de mi padre. Me estaba volviendo loca con sus contradicciones, todo por querer salirse con la suya. Todo lo que me había dicho hoy era contradictorio, iba por distintos caminos según pensara yo en algo, lo único que quería era que yo hiciera lo que el quería. Podía notar mi ira fluyendo en su dirección. Él solo me miraba apenado. ¿Qué se creía? ¿Qué siempre iba a ser la niñita tonta que se dejaba influenciar por sus frases comprensivas? Siempre había jugado conmigo, siempre me estaba consolando pero no era así, lo único que quería era que yo acabara haciendo algo que él ya había planeado. Mi furia crecía cada vez que intentaba negarlo con la cabeza. Mi madre nos miraba preocupada.
-No sé que demonios estáis haciendo, pero dejarlo ya. No quiero que os peleéis, mucho menos delante de mi padre. Así que dejarlo ya –Mi madre parecía muy enfadada también pero no sabía con cual de los dos, empecé a pensar cosas feas que jamás debería haber pensado, pero no pude evitar que la furia me dominara. Papá se quedó sin expresión, como si fuera a llorar-. ¡Nessie! ¿Qué haces?
¡Genial! Ahora mi madre. ¿Pero qué demonios me estaba pasando? Todo eso que había pensado, era horrible. Tan horrible como para hacer sufrir a mi padre, cuando acabábamos de hablar de sufrimiento. Sentí algo en mi cabeza, me dolía, pero no como una jaqueca, algo muy extraño. Me apoyé en la mesa y mi padre acudió a mí.
-¿Cómo has hecho eso? ¿Cómo has podido?
-Lo siento papá, siento haberme enfadado haber pensado todas esas cosas… yo…
-Edward –interrumpió mamá-, no seas capaz de reprocharle nada.
-No, no, no me entendéis. Ella… bueno. Es algo… -se quedó pensativo, reflexivo y sorprendido-
-¿Edward? –Le apeló mamá-.
En ese momento mi abuelo entró en la cocina.
-¿Aún no has terminado? Ya he cargado el coche.
-Está bien abuelo, ahora mismo voy. Puedes bajarme la mochila de mi cuarto ¿por favor? –estaba siendo cruel pero quería seguir la conversación con tanta ansia como mi madre. Mi abuelo notó la situación y se limitó a asentir mientras daba media vuelta-. Gracias.
-¿Cómo me has bloqueado? –me preguntó mi padre una vez se fue el abuelo-. Ha sido como… como cuando intentaba leer los pensamientos a tu madre, solo que… se oía algo, pero no se oía claro.
-¿Yo? Quitando… ¿eso me ha producido el dolor de cabeza?
-Eso creo…
-¿Puede bloquearte a ti también?
-Eso parece… no entiendo muy bien como funciona su desarrollo por ese lado… es incomprensible… pero parece que nos vuelve locos a todos.
-¿A todos? –sabía que mi tío Jazz a veces sufría por mí, pero… ¿y el resto?-.
-A Alice le resulta cada vez más complicado seguir tus movimientos, cariño. Al igual que a Jazz controlar tus emociones… -me explicó mamá-.
-¿A tía Alice también le pasa?
-Sí, ya te lo explicaremos… -dijo bajando la voz, oyendo a mi abuelo acercarse.
-No tengo más hambre papá, ¡quiero irme ya a la playa! –Dije intentando parecer algo más normal a ojos de Charlie-. ¡Vámonos ya!
-Está bien… -dijo papá con aire resignado-. Llevaremos algo por si luego te entra hambre…

Charlie nos miró raro, pero le oí susurrar “no quieras preguntar”, así que salimos hacia La Push, yo en el coche del abuelo y mamá y papá en el suyo.

Cuando llegamos todos nos reunimos en la playa y estuvimos durante un buen rato enredando. A media mañana decidí que era hora de pescar, por lo que fui con mi abuelo, mi padre, Billy, Jacob y Sam al espigón. Mi abuelo se retiró un poco, no le gustaba que estuviéramos pescando tantos juntos, decía que espantaba a los peces. Al rato vino Seth con una pequeña barca, lo que me dio la idea.
-Abuelo, te apetece que le pidamos la barca a Seth, seguro que un poco más adentro no los espantamos tanto…
-Está bien pequeña, mira a ver si te la deja e iremos.

Seth se hizo un poco el duro, pero al final un gesto de Jacob en el espigón le bastó para prestármela. No quise mirar a mi tío Jake por si acaso. Una vez estuvimos alejados, me propuse hacerle las preguntas adecuadas para conseguir mi objetivo.
-Abuelo, ¿me sueles echar de menos entre semana? Cuando no tienes tiempo libre, me refiero.
-Claro cariño, no me olvido de ti ni un segundo.
-Entonces… ¿te molestaría verme más de lo habitual?
-¿Más de lo habitual? –mi abuelo me miró con una ceja levantada y sonriendo-. Me estás recordando a alguien… ¿Qué te ocurre?
-Verás… yo… te echo mucho de menos en Monroe, y bueno, dado que en verano no hago nada… me gustaría poder terminar el verano aquí, en Forks, contigo.
-Bueno… a mi me encantaría pequeña, pero… ¿Y tus padres?
-No sé… yo…
-No quiero hacerte discutir con tus padres. ¿Por eso estabais así de tensos en la cocina? –asentí-. No deberías hacer rabiar a tu madre… Es demasiado terca…
-Pero soy su hija, por lo cual yo también puedo serlo… -mi abuelo me sonrió-. Mira, allí en Monroe casi no salgo de casa, porque no siento que pertenezca allí. Aquí sin embargo tengo mi casa, mi refugio, mis amigos. Sé que mis padres no me dejarán si tú no me apoyas abuelo… No te pido que me aceptes todo al año, pero al menos el verano… no quiero estar en Monroe tan aburrida. Además, si te molesto me iré, lo prometo.
-Cariño, tú nunca me molestas. Pero si un día echas de menos a tus padres, no sé si podré llevarte en el momento a Monroe… ¿has pensado en eso?
-No… pero no tengo por qué querer volver… -entonces me giré a la orilla. Oía los gritos de mis padres y los de Jacob, la manada tomaba posiciones.
-Creo que deberíamos volver.
-Sí por favor, abuelo, date prisa.

Metimos muy rápido todo de nuevo a la barca y ayudé a remar a mi abuelo, estaban discutiendo y si algo salía mal toda la manada estaba allí, pero no el resto de los Cullen… ¿Por qué discutían? Conforme nos íbamos acercando pude entender antes que Charlie, gracias a mis sobrenaturales oídos, de qué iba la discusión.
-No, perro, no pretendas separarme de ella antes de hora. Te hemos consentido mucho, Jacob, no pretendas pasarte de listo –gritaba mamá con rabia-.
-Bells… sabes que no quiero eso, solo quiero hacerla feliz. ¿Es pedir tanto que se quede un mes con nosotros? ¿Conmigo? ¿Con su abuelo? –Mi tío Jake se acercaba lentamente a mi madre, mientras mi papá la sujetaba-. No quiero pelear contigo, ni con Eddie…
-No me llames así, perro, o te aseguro que la ayudaré a arrancarte la cabeza –le dijo mi padre-. Bella cálmate, vienen de camino –mi madre nos miró y relajó su posición, cogiendo el brazo de mi padre que la sujetaba para formar una especie de abrazo informal-. Eso está mejor.

Esperaron todos en la misma posición a que Charlie y yo llegásemos. Billy nos miraba desde el espigón junto a Claire, Ephraim y Emily. Me acerqué e instintivamente me coloqué al lado de Jacob, tomando su mano.
-¿Qué ocurre tío Jake? –sabía que él no me mentiría-.
-Nada cariño, solo… bueno…
-Jacob quiere que te quedes todo el verano, pero no podemos dejar a tu abuelo esa carga… -¡Genial! Ahora era una carga…- No quiero decir que seas una carga, si no que es una gran responsabilidad cuidarte… y Charlie no sé si tendrá suficiente tiempo como para cuidarte…
-¿Estás dudando de que pueda cuidar a mi nieta por un mes? –dijo el abuelo enfurecido-. Creo que me merezco poder estar con ella, cuidarla… no va a ser ningún problema.
-Charlie, no es que desconfíe de tu capacidad –atajó papá-, solo que hay muchas cosas que… no sabes y… dudo que quieras saber. Además, tienes un trabajo que te roba mucho tiempo…
-Eso no es problema –reproché-. Tío Jake puede estar conmigo cuando Charlie no pueda y me ayudará en la…s cosas que Charlie no pueda –le sonreí-. Quiero quedarme, no podéis negármelo.
-Renesmee Carlie Cullen. Tu padre ha dejado clara nuestra postura –es decir, que ella tampoco me dejaba-. Así que la decisión ya está tomada.
-No mamá, no solo importa lo que vosotros penséis. ¿Y mis sentimientos? Es mi tiempo, es el tiempo de Jake y el tiempo de mi abuelo –mamá torció el gesto-.
-Pero…
-No mamá, no hay peros. ¿Me vais a llevar a Monroe de los pelos?
-Si es necesario… –intervino papá-.
-No quieras amenazar a mi nieta, jovencito…
-¡Basta! –todos nos giramos. Ninguno esperaba que precisamente ella se entrometiera en un asunto tan peliagudo, siempre se quedaba al margen de las situaciones complicadas. Pero ahí estaba, como una leona defendiendo su terreno-. Entiendo vuestra postura, pero no es nada descabellado –dijo mientras se acercaba a mí y me acariciaba el pelo-, la niña sólo quiere pasar el verano con su abuelo y su familia, la familia que ha tenido que dejar en Forks. Cuando el curso empiece, volverá a Monroe, pero allí no va a ser feliz, no va a tener tanto que hacer como aquí. Debéis dejarla tomar su elección.
-Es muy joven, algo así no puede decidirlo ella.
-Y, ¿vais a decidir por ella? ¿Así se educa a una niña, tomando decisiones sin tenerla en cuenta?
-Es más complicado que todo eso.
-No digáis tontadas, no me hagáis enfadar… Ella misma a dado soluciones a todas las pegas que le habéis puesto. Todos estaríamos encantados de ayudar en caso de que alguno de los dos no pudiera… además es un mes, no son meses ni años…
-Pero… no sé si puedo separarme de ella durante tanto tiempo…
-Bella… ¿Prefieres que se escape? ¿Prefieres verla triste?
-Yo… lo siento… pero no creo que sea lo mismo…
-Sí, lo es Bella. Da igual que sea más joven, además, como te digo, sólo es un mes.
Papá nos miró. No sé que fue lo que le hizo cambiar de opinión, mi mano unida a la de Jacob, mi abuelo acariciándome el pelo, toda la manada detrás protegiendo mi posición, más bien la de Jake, que era la misma.
-Tienes razón, Sue. Puede quedarse. Bella, tienen razón, solo es un mes, ellos están todo el año sin verla, podemos venir cada fin de semana, pero deberíamos dejarla aquí. Es importante para nuestra hija el pasar más tiempo con ellos. No podemos impedírselo.

Cosas del destino, lo que había sido una visita de una semana al abuelo, había tornado en un magnífico verano en Forks. Y aún quedaba casi un mes entero que pasar aquí, como una humana más con mi familia humana, mi abuelo, Claire, Sue… bueno, y no tan humana… también estaba el resto de la manada y, por supuesto, Jake.

Mis padres se marcharon al anochecer, dejándome con todas mis cosas en casa de Charlie. Sue vino para hacernos la cena. Cuando terminamos de cenar y de hacerle bromas al abuelo sobre sus dudosas dotes culinarias, nos sentamos en el sofá a ver una película, dado que hoy no había ningún partido interesante. Así me quede dormida.