Capítulo XLIV: Vanesa Wolfe.

17:26 0 Comments A+ a-

Nos dirigimos a aquel enorme edificio, parándonos un señor con bigote canoso y muy bien trajeado en la entrada.

-Buenos días. ¿A qué piso se dirigen?

-Hola buenos días… -dije con una dulce sonrisa que dejó algo noqueado a aquel señor que tendría la edad de mi abuelo, al que miró también sorprendido-. Nos dirigimos al piso 37 A –el hombre me miró con ojos saltones y tragó saliva-.

-¿Podría facilitarme su apellido? Entienda, que es cuestión de seguridad…

-Claro… -miré el llavero de mi abuelo rápidamente-. Wolfe.

-¡Vaya! –El hombre me miró extrañado, para después escanear de nuevo a mi abuelo que me miraba dubitativo-. Los señores Wolfe, he de imaginar.

-Y usted es… -le miré malhumorada, empezaba a incomodarme aquel señor-.

-Frederic Olsen, el portero del edificio. Les acompañaré a su ascensor…

El hombre sostuvo la puerta mientras pasábamos a un hall enorme, con grandes lámparas que colgaban del techo, sofás y mesas y un mostrador parecido al de los hoteles. Me recordó a un hotel de lujo. El hombre subió los ocho escalones que llegaban a otro hall con varios ascensores. Metió la llave en una ranura que había a mano derecha de la puerta del ascensor, justo debajo de una letra A en dorado. Las puertas se abrieron mostrando un lujoso ascensor. El señor Olsen nos hizo un gesto con una sonrisa algo petulante y especulativa. Marcamos en piso 37, mientras mi abuelo parecía algo molesto.

-Es Alice…

-Ya veo… me pregunto cómo puede conseguir un piso en un edificio como este siendo tan joven… aunque Carlisle sea el mejor doctor del país… -le miré divertida-. No, realmente no quiero saberlo.

Me eché a reír mientras mi abuelo ponía un gesto de molestia, por lo que me pareció aún más divertido. Cuando las puertas se abrieron, ambos nos quedamos estáticos. Una sala con suelo de madera y paredes en color blanco, una mesa de madera con un jarrón enorme presidía el centro. Y esto sólo era el recibidor.

Nos miramos mientras yo entraba corriendo en la estancia y mi abuelo andaba dificultosamente mientras admiraba los arcos que daban a distintas habitaciones. El arco de la derecha daba a una biblioteca enorme, con miles de libros y una mesa enorme en el centro, bajo una lámpara preciosa. El arco central daba lugar a un salón comedor enorme, con cristaleras que dejaban ver casi todo Central Park.

El salón era enorme, posiblemente más grande que la casa de Charlie. Había una televisión de plasma de cincuenta y dos pulgadas, con un sofá gris que estaba separado por medio metro de la cristalera. Otro arco comunicaba con la biblioteca, creando un espacio que parecía haberse concebido para relajarse, con una chimenea, una mesita y un par de sillones. Al otro lado del salón había una mesa de cristal, con sillas de hierro forjado y un jarrón de cerámica negro en el centro. Detrás de ella una puerta que daba a una terraza siguiendo con las dimensiones de la casa. Había dos tumbonas y una pequeña mesa con cuatro sillas, todo de madera bajo una pérgola, además de lo que parecía ser una barbacoa. En el rincón más exterior de la terraza había un pequeño jacuzzi de madera con unas celosillas.

Mi abuelo miraba impresionado las vistas, era realmente hermoso. Volvimos después de unos minutos al salón, saliendo por el arco situado a la izquierda, que daba a un pasillo que comunicaba con la entrada. Casi en la esquina de la L que formaba aquel pasillo, enfrentándose con el arco del salón, había otro arco que daba lugar a la cocina. El suelo era de madera, las paredes blancas y los muebles combinaban un tono marfil un granito de color semejante al del suelo en las encimeras. El fuego estaba en el centro, con una banqueta en cada esquina de la encimera. La nevera era de dos puertas, forrada en madera.

Mi abuelo comenzó a abrir los armarios, donde había juegos de vajillas de toda clase. Pensé en Alice escogiendo las vajillas más lujosas para esta casa. Entonces me detuve, algo pasó por mi mente y mi abuelo me cogió preocupado.

No era una casa para Alice, esta casa estaba concebida para mi vida como Vanesa Wolfe. Una vida escondida de aquellos con los que mi familia estaba a punto de luchar. Una vida con Jake.

Mi abuelo me ayudó a sentarme en una de las banquetas y me acarició muy preocupado.

-¿Estás bien?

-Sí, lo siento… sólo ha sido un recuerdo… una tontería… -si esta casa hubiera cumplido su objetivo, toda mi familia, o al menos la mayor parte, habrían dado su vida para salvarme y tendríamos que permanecer alejados-. Sólo que me duele estar lejos de mi familia… me gustaría poder volver a ser pequeña, cuando vivíamos en Forks y todo marchaba bien.

-Suele pasar cuando creces, cariño. Todo saldrá bien. Seguro que en unos cuantos días podemos volver a Forks. Tengo todo el mes de vacaciones, así que si quieres puedes estar allí, conmigo, todo el mes de septiembre. Seguro que los chicos te preparan una gran fiesta de cumpleaños…

-Claro abuelo… -le sonreí, disimulando mi angustia-. ¿Terminamos de ver la casa?

-Vamos…

Me cogió de la mano y me llevó al pasillo, dejando atrás la maravillosa cocina. La siguiente puerta era simple, de la misma madera que el suelo. Era un cuarto de baño muy elegante, en tonos verdes y blancos. Seguimos y había dos puertas dobles, una a la derecha y otra a la izquierda. El final del pasillo era otra cristalera, pues el piso estaba en la esquina del edificio.

Abrí la puerta de la derecha, era mi cuarto. El suelo seguía siendo de madera, cubierto en varias ocasiones por un juego de alfombras en tonos grises y rosas. La cama estaba en el centro de la habitación, teniendo como cabecero una elevación del suelo, con escaleras a los lados y lleno de puertas, todas en blanco y gris. Subí aquellos escalones y abrí la primera puerta. Un armario con algunas prendas de niña, lo que me hizo sonreír. Pero aún sonreí más al abrir la puerta central, que contenía algunas ropas que podría ponerme ahora perfectamente. La siguiente puerta contenía pijamas y diversos complementos. Mi abuelo miraba por la cristalera, donde podía verse la quinta avenida. Bajé las escaleras y me apoyé en la cómoda que había al lado de un enorme espejo para ver la calle. Cuando me giré abrí unas puertas corredizas, que tenían paneles en los mismos colores que la colcha y las alfombras.

El baño estaba embaldosado en tonos rosa oscuro hasta la mitad de la pared, quedando el resto pintado en tonos verdes y blancos. El espejo del lavabo, lo primero que veías nada más abrir las puertas, ocupaba casi dos tercios de la pared. A la derecha había una bañera de dimensiones considerables y a la izquierda un inodoro y una ducha algo más normal. Los muebles estaban en tonos fucsias con grabados blancos. Todo perfectamente equipado.

Salí y tomé una panorámica de aquella habitación… una habitación que bien podía ser de una niña o de una adolescente. Alice era previsora, pero eso ya lo sabía.

Mi abuelo sonreía, así que le hice un gesto, estaba ansiosa por ver la habitación que Alice habría preparado para Jake. Abrimos la doble puerta, y la luz inundaba toda la habitación. Las dos paredes exteriores eran de cristal, aunque desde fuera pareciera un espejo. Podía ver la terraza casi por completo. En la pared adyacente a la puerta se situaba la cama. El suelo estaba enmoquetado en color gris, las dos paredes en azul. Los muebles eran negros, con la colcha y un cuadro en el cabecero que jugaban con tonos más claros del gris y con el blanco. Una ligera abertura en el rincón llamó mi atención. Abrí la puerta corredera y encontré aquel enorme baño, con un lavabo rectangular, un inodoro pegado a la pared y pequeños armarios sobre el lavabo que cerraban el espejo. Pero cuando miré hacia la terraza… tres escalones, con el mismo embaldosado negro del suelo y algo blanco a ras del nivel del último escalón. En aquella bañera, fácilmente cabrían tres personas normales. Las vistas… la terraza y Central Park.

-¡Qué pedazo de habitación!

-¿Verdad? –miré a mi abuelo divertida, estaba rojo, eufórico-. Pues esta es la habitación de los hombres… así que si quieres, puedes disfrutar de tu baño mientras voy a comprar algo para llenar la enorme nevera…

-No, de eso nada nena. No quiero que salgas tú sola por una ciudad como esta…

-Abuelo… he estado sola en Europa por varias semanas…

-Lo sé, pero ahora no estás sola…

-Bueno, vale. Voy a darme un baño yo también y luego iremos a dar un paseo, ¿de acuerdo? –Mi abuelo asintió de tal modo, que no pude evitar darle un abrazo-. Eres el mejor…

Comprobé que aquellos vestidos de Alice no eran para una adolescente normal, si no más bien para una adolescente de clase alta. Cogí el más normal que encontré, uno de manga larga con corte de estilo de los años sesenta, en negro con un círculo gris a un lado. Me duché y dejé mi pelo secar al aire, creando aquellos elásticos rizos que alguna vez había odiado. Me veía bien. Mi abuelo estaba en la cocina, inspeccionando las vajillas. Me reí y salimos hacia el ascensor.

Cuando bajamos el señor Olsen me miró de un modo que no le gustó nada a mi abuelo, que a punto estuvo de chillar. Pero le cogí de la mano y le arrastré fuera del edificio antes de que pudiera decir nada. Quedaban pocas horas de luz, por lo que las tiendas comenzaban a cerrar. Nos apresuramos para coger lo necesario y volvimos al edificio, siendo recibidos por aquel irritante señor Olsen.

Cenamos en el comedor, para después tumbarnos cada uno a un lado del sofá para ver un partido televisado. Todo parecía en calma, hasta que comencé a pensar en lo que se avecinaba.

Una semana, eso había dicho Alice. Justo el día de mi cumpleaños. Una razón para odiar esa fecha, por más que Jacob la adorase. Mi abuelo empezaba a dormirse tras el partido, por lo que apenas fue consciente de mi cambio de ánimo.

Le insté a irnos a dormir, así que me encerré en mi cuarto. No podía dormir, por lo que me dirigí a la enorme biblioteca, comenzando a escribir más recuerdos. Cuando comencé a notar el sueño me fui a la cama, mirando la noche de aquella extraña ciudad para quedarme dormida.

Varias voces sonaban en aquel piso, me levanté y salí al salón para ver la estancia llena con todos mis amigos, que habían venido desde Brooklyn.

Pasamos todo el jueves en Central Park, algo que me distrajo de todos aquellos pensamientos que me ponían ansiosa.

El viernes visitamos la casa de Brooklyn, con un ambiente mucho más hogareño al que imaginaba. Había cinco habitaciones en aquella casa, mientras que los chicos preferían dormir en los enormes sofás del salón. Paseamos por aquel maravilloso barrio, completamente diferente a Manhattan.

El sábado decidimos juntarnos en nuestro piso, organizando una cena en la terraza que me recordó a aquellas barbacoas en casa de Jake. Mal pensamiento. Mi estado de ánimo decayó de modo exponencial, haciendo que todos volcaran sus esfuerzos en animarme, hasta que al final Darlene y Kim decidieron pasar la noche conmigo, al igual que Sue.

El domingo desperté ligeramente más animada, los pequeños jugaban en la biblioteca, Sue y Emily cocinaba y mi abuelo y los chicos veían interminables partidos, mientras Kim, Rachel, Rebeca, Darlene y yo tomábamos el sol en la terraza. Después de comer decidimos visitar la ciudad.

Estábamos todos cenando en “The Pointe”, tras visitar la estatua de la libertad. Quil recibió una llamada de Sam, las cosas se torcían, por lo que tenían que irse de Nueva York.

Lo malo es que no sólo debían irse los chicos. Alice había visto que Demetri había localizado a Claire, por lo que Quil y Brady la llevarían con ellos a Forks, mientras que el resto del grupo debía irse a Jenner, por mandato de Jasper. Collin y Leah irían a protegerles a ellas, mientras que yo me debía de quedar en Nueva York con mi abuelo, ya que no veían a Demetri ni al resto de los Vulturis en Nueva York ni en Jenner.

Cogimos el ferry a Nueva York, así que me pegué todo el viaje llorando, aferrada a Darlene y Kim, mientras Rachel y Rebeca acariciaban mi pelo desde los asientos posteriores. Les acompañamos hasta el aeropuerto, donde unos cogerían un vuelo a Oakland y otros a Seattle.

Claire me abrazó y me prometió que me haría el mejor regalo de todos para mi cumpleaños, lo que me hizo sonreír al ver tanta inocencia en ella.

El vuelo a Oakland salía una hora después, por lo que la despedida con el resto fue más dura. Sue estaba derrotada, estaba lejos de Seth y ahora se debatía entre Leah y mi abuelo, el que la instó a que fuera con su hija.

Al final Sue decidió quedarse tras hablar con Leah y Seth, por lo que me sentí ligeramente más reconfortada, aunque seguía sintiéndome sola.

Cuando llegamos a casa ya casi amanecía. Sólo quería encerrarme en mi cuarto y llorar, algo que hice hasta las cinco de la mañana, cuando me dormí.

Sue estaba preparando el desayuno, admirada en todo momento por mi abuelo, que se levantó de la banqueta para abrazarme y consolarme. Desayunamos los tres en la cocina, sintiéndome realmente observada. Sue decidió que sería buena idea ir de compras, intentar distraerme, pero sólo tenía ganas de llorar. Me dirigí a la biblioteca y seguí escribiendo, no se me ocurría mejor forma de no pensar en lo poco que quedaba para la masacre de mi familia.

Comimos en la terraza, sintiéndome de nuevo observada de un modo demasiado protector, como si fuera cristal a altas temperaturas, a punto de estallar. Sue y mi abuelo comenzaron a recoger la mesa mientras admiraba Central Park. Me levanté de la mesa y me tumbé en una de esas tumbonas, mientras oía a mi abuelo y a Sue hablando de mí en la cocina. Estaban realmente preocupados.

Sue salió y me tendió una taza de té, que agradecí con una forzada sonrisa. Ella lo agradeció de igual modo, mientras se sentaba en la tumbona de al lado.

-Deberías dejar de pensar en que todo va a salir mal. No eres la única que puede perder todo allí. Mis hijos… -suspiró-. Sería duro perder a cualquiera de ellos, estoy segura. Pero si algo le pasara a Seth o Leah… son demasiado impetuosos.

-Como Jake… -ella asintió apenada-. Lamento esto, pero no puedo evitarlo, no puedo dejar de pensar en todas las cosas que no le he dicho…

-Él lo sabrá, seguro.

-Pero quiero, no sé, me gustaría demostrárselo de algún modo. Me gustaría poder besarle de nuevo como aquella mañana, sin pensar que lo hace porque está herido… demostrarle que no fue por la situación, que realmente queremos eso el uno del otro…

-Lo sé… -suspiró-. Puedo entenderte –me miró prudente-. Pero al menos hazlo por tu abuelo, él no puede verte así… al menos entra con nosotros, vamos a ver ahora una película. ¿Quieres?

Asentí y me levanté, entrando y viendo a mi abuelo bastante preocupado sentado en el sofá. Me senté a su lado, con la taza en las manos y sonriéndole levemente. Él pasó su brazo por mis hombros, mientras Sue se sentaba a su otro lado.

Comenzamos a pasar canales, buscando una película para ver. Encontramos una que parecía la típica historia de amor, parecía emocionar a Sue, así que la dejamos. Un paseo para recordar, con una banda sonora impresionante que se grabó en mi mente, especialmente una de sus canciones. “It’s gonna be love”. Pensé en la verdad de esas palabras, en la realidad que reflejaba.

Acabamos llorando las dos, incluso mi abuelo estuvo a punto de hacerlo. Decidí que era hora de llamar a Alice, quería saber los motivos de esos extraños movimientos, quería saberlo todo.

Al parecer la estrategia había funcionado, Demetri estaba con los Vulturis en Volterra y se iban a encaminar en breves hacia Forks. La batalla era inminente.

Comencé a sentirme angustiada, necesitaba uno de esos abrazos que tanto me consolaban, por lo que le pedí que me pasara con Jake, pero al parecer se había reunido con los chicos en el taller. La batalla se iba a llevar a cabo allí, en el bosque que daba a la parte trasera del taller y de las casas de Jake y Seth. Estaban estudiando el terreno con Siobhan, que al parecer se había unido a nosotros como antaño, al igual que su pareja Liam, Maggie, y los egipcios Benjamin y Tia.

Al parecer la casa estaba de nuevo llena de vampiros, como aquella vez, aunque no eran todos los que estaban entonces. Suspiré mientras marcaba ahora el teléfono de Jake, que seguro estaría disgustado por tener a tantos vampiros en Forks.

-¡Hola pequeña!

-¡Jake! –casi grité-. Me alegro tanto de hablar contigo…

-Lo sé… esto está siendo desquiciante. Tengo ganas de que vengan esos malditos chupa sangres, quiero acabar con ellos lo más rápido posible…

-Jake…

-Ya sabes a qué me refiero, no puedo nombrarles con respeto… a ellos no. Mucho menos ahora, entiéndelo…

-Lo sé… está siendo duro. Me gustaría decirte tantas cosas antes de que ellos llegaran…

-Después… -me cortó-. No quiero que me digas absolutamente nada antes, nada de despedidas. Porque en unos días te veré. Lo único que odio es que esos malditos vengan justo el día de tu cumpleaños. Me hubiera gustado enfrentarlos antes para poder prepararte algo para ese día…

-Una barbacoa para el día siguiente no me parece nada mal… -los dos nos reímos-. ¿Cómo están Quil y Claire?

-Bueno… -bufó-. Quil está desquiciado, como es lógico. La pobre Claire está empezando a angustiarse, ya que no está Emily y nota a Quil muy raro. Nos pasamos el día jugando con ella para que no se fije tanto en él, pero es inevitable que le note raro, no le quita ojo de encima.

-¡Joder! –Suspiré y estuve a punto de llorar-.

-Yo no usaría ese vocabulario, jovencita… tu padre no ha puesto buena cara…

-Odio esto. Tendríamos que haber huido hace tiempo.

-¿De qué hablas ahora?

-Si yo hubiera huido contigo hace tiempo, si hubiéramos tomado aquellas identidades que tía Alice y mamá nos facilitaron… estoy en la casa de Jacob y Vanesa Wolfe, ¿sabes?

-¿En serio? –comenzó a reír-. ¿Teníamos una casa y todo?

-Sí, Alice compró un piso en la quinta avenida… -me aferré a la barandilla de la terraza-. Tiene unas vistas preciosas… me encantaría vivir aquí contigo, sin complicar la vida de todo el mundo como hago ahora…

-Pequeña… no sabes lo que dices. Si hubiéramos tomado ese camino, hubiera sido porque tu familia no hubiera sobrevivido.

-No por eso, después de salvarlos, cuando pasó aquel incidente con Claire. Me tendrías que haber sacado de allí y traerme aquí, cuidarme como el señor Wolfe habría hecho…

-Ness… estás diciendo… ¿Quieres ser Vanesa Wolfe?

-¡Sí! Me encantaría ser ella, sin complicaciones de dones, sin realeza amenazando, sin tantas cosas complicadas. Sólo tú y yo. Nada más.

-Nessie… eso está sonando demasiado cursi. Suena a declaración… -comenzó a reír débilmente, una risa nerviosa-. Así que deja de decir tonterías, todo eso es porque estás preocupada, pero en unos días vas a reírte de esto…

-Es una declaración Jake, te quiero.

-¡Shh! –fue muy cortante, algo que me frustró-. No digas tonterías, no digas nada de eso, suena a despedida y no quiero despedidas. Ya te lo he dicho.

-Pero es la verdad.

-¡Shh! ¡Calla!

-Jake, te repites.

-Y tú, Nessie… mira, deja de darle vueltas, vete de compras… ¡vives en la quinta avenida! Cómprate algo bonito y caro, ve si quieres a Tiffani’s, escoge algo y te prometo que en unos días, estaremos allí los dos, comprándote lo que hayas escogido, ¿vale?

-No quiero joyas… Además, seguro que te arruinarías…

-Cierto… Bueno, lo que sea. Pero distráete, no quiero que estés todo el día dándole vueltas a la cabeza y pensando tonterías… no quiero que me llames para decirme las tonterías que piensas, porque todo saldrá bien y volveremos a estar como al principio de año, ¿vale?

-Yo… -pensé en el principio de ese año. Darlene y Seth, los mejores amigos, como Jake y yo. ¿Eso quería? ¿Ser sólo amigos? No entendía nada-. No sé si me vale con eso, Jake.

-Es algo que hablaremos más tarde, si quieres… pero no ahora. No así.

-Tú mismo Jake… -bufé molesta-. Tened cuidado, ¿vale?

-Y tú, Nessie, y tú. Un beso de parte de todos. Tu padre dice que te quiere.

-Dile que yo también. Os quiero a todos.

-Y nosotros a ti, pequeña, y nosotros a ti…

Colgué desesperada, enfadada y molesta. No entendía que ahora, cuando posiblemente apenas quedaba un día para ser sinceros, cuando podía perder lo que más amaba el día de mi cumpleaños, a él, él no quisiera dejarme decir todo lo que yo sentía por él. Era ridículo. Suspiré y me dirigí a mi cuarto, dándome un baño intentando sacudir las malas pulgas que me había pasado ese perro… No. No podía pensar así de mi lobito. Sumergí mi cabeza en el agua y aguanté la respiración todo lo que pude, pensando en aquella canción.


It's gonna be me baby
It's gonna you baby

Time I've been
patient for so long
How can I pretend to be so strong?
Looking at you baby
Feeling it too baby
If I'm asking you to hold me tight
then it's gonna be all right

It's gonna be Love
It's gonna be great
It's gonna be more than I can take
It's gonna be free
It's gonna be real
It's gonna change everything I feel
It's gonna be sad
It's gonna be true
It's gonna be me baby
It's gonna be you baby
It's gonna be...Its gonna be Love

Tell me, am I restless or a fool?
How can you pretend to be so cruel?
Maybe it's me baby
Maybe it's true baby
Maybe it's everything were dreaming of
We waited long enough

It's gonna be Love
It's gonna be great
It's gonna be more than I can take
It's gonna be free
It's gonna be real
It's gonna change everything I feel
It's gonna be sad
It's gonna be true
It's gonna be all I want to do
It's gonna be me baby
It's gonna be you baby

The sooner you let two hearts beat together
The sooner you know this love is forever

It's gonna be love
Love needs time now or never
Its gonna be love

You really got to believe
It's gonna be strong enough…

Its gonna be Love
It’s gonna be great
It’s gonna be more then I can take
It’s gonna be free
It’s gonna be real
It’s gonna change everything I feel
It’s gonna be sad
It’s gonna be true
It’s gonna be your the one to do
It’s gonna be hard
It's gonna be tough
It’s gonna be more then just enough

It’s gonna be LOVE


Después de aclararme y ponerme el pijama, salí de mi habitación. Comenzaba a anochecer, por lo que Sue a estaba haciendo la cena.

Cenamos en el comedor, en silencio, sólo mirando el plato de comida. Sabíamos que era probable que fuera la última noche que estuviéramos toda la familia viva. Al menos, Charlie eso intuía sin saberlo de manera certera. Nuestra tristeza lo reflejaba así.

Charlie ayudó a Sue a fregar, mientras yo recogía la mesa. Les di un beso a cada uno y me refugié en mi cuarto, hasta que un buen rato después pude escuchar los ronquidos de Charlie. Me levanté y Sue estaba en uno de los sillones al lado de la chimenea, mirando el fuego con aire nostálgico. Me senté en el otro sillón mientras me dedicó una apagada sonrisa.

-Todo saldrá bien. Todo tiene que salir bien…

-Lo sé, cariño, lo sé… -me miró ligeramente triste-. Voy a dormir, será lo mejor…

Me quedé mirando el fuego durante un lapso corto de tiempo, pensando en todo aquello que estaba ocurriendo. Me levanté y encendí mi portátil. Leí el único mensaje nuevo que tenía, uno de esos correos de publicidad de viajes baratos. Cerré el portátil y salí a la terraza, tumbándome allí, examinando las estrellas.

El sol comenzaba a brillar, así que me removí en la tumbona buscando una posición cómoda, pero no la había. Comencé a pensar en la noche anterior. Un flash en mi mente me dejó claro dónde debía estar. Y no era aquí.

Me levanté ágilmente y saqué las cosas de mi mochila, aquel diario de tapas de madera que Charlie me había regalado y mis manuscritos. Me dirigí a la biblioteca y los organicé.

Salí de nuevo a la terraza, buscando vuelos desde Nueva York a Seattle que salieran hoy, había uno en dos horas. Me daba tiempo. Llamé al aeropuerto y le ofrecí a la chica tres veces más de lo que costaba el vuelo. Supongo que eso le haría pensar que era una verdadera emergencia, por lo que me vendió una plaza en el vuelo.

Me levanté volviendo de nuevo a la biblioteca, cogiendo un trozo de papel y una pluma.


Comencé a escribir:


Nunca creí que mi vida pudiera ser tan sumamente complicada. Soy especial, eso ya lo sabía, pero todo ha sido mucho más complicado en el recorrido de mi vida de lo que esperaba. Han sido tantas las cosas que han pasado a lo largo de estos años… tantos flash-back vienen a mi mente en este momento… Este diario lleno de recuerdos, de momentos felices y dulces, otros amargos, pero ahora me siento sola. Charlie, querido abuelo, estás conmigo, pero me falta el resto de mi familia y amigos, mis padres… y sobre todo él. No puedo borrar de mi cabeza la imagen de su cara, triste y consternada, mostrando el sufrimiento de pérdida inevitable, pero sin embargo con una sonrisa dibujada solo para mí, para darme ánimos en este viaje. Temo muchísimo no volver a verle, después de haberlo tenido lejos tantos años…

Sé que estaría bien junto a ti, que mamá y papá me quieren lejos, pero necesito estar con el resto, no puedo imaginar qué dolor causaría el no volver a verlos, a ninguno… mientras yo estoy aquí, encerrada, impotente… No quiero causarte daño alguno, se que esto te va a hacer sufrir, se que despertarás e intentarás buscarme, pero te pido que te quedes aquí, a salvo. Te juro que volveré por ti, querido abuelo, pero no puedo soportar seguir aquí. Espero que me entiendas, que no me guardes rencor, y que me recibas con un abrazo cuando vuelva. No puedo abandonarlos ahora…

Te quiero mucho.

Por favor, no me busques ni intentes seguirme, complicaría aún más la situación si sé que no estás a salvo… al menos tú. Te quiero.

Ness…


En ese momento le dejé la carta encima del diario, al menos comprendería muchas cosas gracias a él, sabría lo mucho que le quiero, y tendría un recuerdo amable si no regreso… Pero no puedo abandonarlos sabiendo el peligro que les acecha…

En ese momento mi móvil vibró, pudiendo leer un mensaje de Alice.


Odio que hagas esto, pero si lo vas a hacer, hazlo bien. He visto tu futuro desaparecer, así que sólo hay dos sitios a los que puedes ir… imagino cual has escogido. Iremos a buscarte a Seattle. Espero verte bien guapa, dejé el armario lleno para que lo usaras. Un beso.

Suspiré y sonreí. Busqué en el armario y encontré algo decente que ponerme. Un vestido de manga larga, con escote cruzado en color gris marengo. Cogí un abrigo negro con capucha y unos botines de color negro.

Salí sigilosa de mi cuarto, pero me encontré con Sue por el pasillo. No hicieron falta palabras, ella asintió y se metió en el cuarto con Charlie, el cual aún roncaba.

Me metí corriendo al ascensor, poniéndome la capucha al salir. El señor Olsen me miró extrañado, pero fue muy útil cuando al salir todos los taxis pasaban de largo. Le miré mientras hablaba por teléfono y me asentía. En menos de cinco minutos estaba sentada en un taxi camino al aeropuerto. Llegaría al anochecer.

Una vez en el avión decidí distraerme, saqué un pequeño neceser de la mochila y un espejito, intentando arreglar mi aspecto. Puse el espejo en la bandeja, para poder tener las manos libres. Recogí mi pelo en un improvisado recogido, dejando media melena suelta y unos pocos mechones sueltos con el flequillo. El señor sentado a mi lado me miraba divertido, por lo que me sentí algo incómoda. Me levanté y mi dirigí al baño, donde había un espejo bastante decente.

Alice tenía razón, arreglarse era una buena forma de distraerse. Comencé a pintarme los ojos con tonos marrones con efecto ahumado. Puse un poco de colorete en mis mejillas, para después poner un tono parecido en mis labios, bañándolos con un brillo que daba aún más volumen a mis labios. Me veía realmente bien, decente. Pero mi rostro parecía aún aniñado. Miré mi vestido y mi peinado, más parecido al de una mujer joven.

Una imagen de Vanesa Wolfe pasó por mi mente, una joven despampanante. Quité mi tono rosado del maquillaje, obviando el colorete y poniendo un color marrón rojizo en mis labios, dando además una capa de rimel a mis largas pestañas. Oscurecí levemente el marrón de mis ojos, dibujando después una línea negra. Miré mi aspecto, parecía una ejecutiva agresiva, para nada dulce, si no agresiva y decidida. Entonces lo entendí. Esa era la razón de que quisiera ser Vanesa Wolfe.

Pero, ¿realmente quería ser así? Tenía claro que los impulsos que pudiera tener Vanesa Wolfe iban a ser mucho más inesperados que los que la propia Nessie pudiera imaginar, más agresivos y contundentes, algo que nadie podría esperar de la dulce Nessie. Sonreí al espejo de una forma extraña, malvada… pudiendo llegar a ser macabra. Yo diría que daba un aspecto sexy a la señorita Wolfe, el aspecto que tendría la mala de una película. Una arpía.

Un flash de mis padres viéndome en esta situación borró todo lo que había pensado, por lo que mi alter ego, Vanesa Wolfe, desapareció de un plumazo haciendo que una temerosa Nessie quitara el maquillaje del rostro, para volver a poner aquel aspecto aniñado en ella. Dejé mi pelo completamente suelto, quitando ese rastro de Vanesa que me había hecho enloquecer momentáneamente.

Me miré y no encontraba nada de ella en el espejo, apenas un resquicio en la mirada. Debía de esconder mi alter ego en lo más profundo, sólo dejarlo salir en ocasiones peligrosas, como por ejemplo en la batalla. Tenía claro quien era, quien podía llegar a ser y quien convenía ser en cada ocasión. No más dulce Nessie en ocasiones de peligro, no más dudas estúpidas… en esas ocasiones debía dejar fluir a Vanesa.

Me dirigí a mi asiento ligeramente satisfecha, sintiéndome realizada por haber descubierto una parte de mí misma que nunca creí haber tenido. Comencé a pensar en todas aquellas ocasiones en que había dejado escapar ese lado perverso de mí, ese lado agresivo e impulsivo, decidido. Pensando en eso, me quedé dormida.

El sonido del comandante avisando del aterrizaje me despertó del sueño que había conseguido durante el vuelo. Miré por la ventana y pude ver cómo iba a comenzar a oscurecer, relajándome y volviendo a un estado de ensoñación. El impacto contra el suelo terminó de despertarme, mientras por el rabillo del ojo pude ver al señor de antes mirándome muy divertido.

Salí de las primeras, sabía que quedaba poco tiempo para la batalla. Comencé a caminar a buen ritmo, intentando captar los efluvios de mi familia sin conseguir mi propósito. Hasta que llegué a la puerta, donde me quedé paralizada.

Un efluvio conocido impactó en mi nariz, un efluvio que hizo que mi corazón se acelerara de modo que mis latidos eran casi tan rápidos como un colibrí batiendo sus alas. Una extraña sensación, no tan extraña ahora, invadió mi cuerpo. Vanesa Wolfe pedía paso a gritos, liberándose de un modo inesperado.