Capítulo XLII: Traiciones, apoyos y Suiza.

7:12 0 Comments A+ a-

Desperté de nuevo sobre aquellos papeles, una brisa fresca azotó mi cara, haciendo que mis ojos se ajustaran a la poca luz que quedaba. El sol se estaba poniendo, por lo que había dormido durante todo el día. Había comenzado a amanecer cuando comencé a escribir el último recuerdo. Chelsea abrió sin previo aviso la puerta.

-Aro te reclama. Van a celebrar un acto oficial en la sala. Quiere que estés presente.

Tiró un vestido sobre mi cama, del que colgaba una nota.

Tu regalo de bienvenida. Aro.

Cogí el vestido y lo miré confusa, era realmente precioso, de color rojo vino y tenía un broche en el escote con una piedra parecida a la del anillo que me había entregado Adam, no reconocía el mineral. Me entraron ganas de arrojarlos juntos por la ventana, pero algo en mi interior me dijo que debía ponérmelo, y así lo hice. Recogí mi pelo en un moño alto, me puse el vestido rojo y recogí de mi ahora desperdigada maleta unos zapatos negros. Me puse el anillo en la mano izquierda, suspirando y odiando ver ese en lugar de mi añorada verónica.

Cuando llegué a la sala estaba abarrotada, pero me hicieron un pasillo mientras Aro me tendía la mano derecha animándome a sentarme con ellos. Tendí mi mano izquierda, mientras él observaba con poco disimulo el anillo y asentía. Tras acariciar mi mano, la cedió a Adam.

-Os hemos reunido para presentaros a los nuevos miembros de nuestra guardia, que han prometido estar al servicio de nuestra casa –dejó colgando una mano en la que una de las esposas posó una capa roja y bajó dirigiéndose al centro, seguido por las esposas con una capa cada una-. Giselle… te damos la bienvenida a esta casa, nuestra casa, ahora tu casa.

-A su servicio, maestro… -Aro le puso su capa mientras se inclinaba, para después dar dos pasos hacia atrás con un gesto solemne-.

-Marta… te damos la bienvenida a esta casa, nuestra casa, ahora tu casa.

-Gracias, maestro, a su servicio… -Marta imitó el gesto de Giselle-.

-Isabel… te damos la bienvenida a esta casa, nuestra casa, ahora tu casa.

-Aro, Marco, Cayo… Adam. Gracias por aceptar mi petición –Se inclinó y dio dos pasos hacia atrás-. Estoy a vuestro servicio…

-Bienvenidas seáis entonces. Cayo…

-¡Guardia! ¿Preparados para la batalla?

-Sí, maestro –contestaron todos al unísono-.

-¡En marcha!

Los ahora cuatro Vulturis se levantaron y se metieron dentro de un círculo que se había formado, saliendo en el corazón del mismo. Las esposas se pusieron a mis costados, quedando ante los nuevos miembros de la guardia y otros tres más, de tonos grises ligeramente oscuros. Reconocí a Félix en el centro, con la capa más oscura.

Giselle y una joven rubia ayudaron a bajar las escaleras a Sulpicia, mientras que Isabel y otro chico moreno se llevaban a Athenedora. Félix y Marta tendieron sus manos, pero bajé abrazando mi pecho y no les dirigí ni una sola mirada.

Cuando llegué a mi habitación cerré la puerta, quitándome ese vestido que ahora me parecía una deshonra, tiré el anillo al suelo y pateé el vestido mientras me lo quitaba. Arranqué mi moño, tirando de mi pelo mientras un sollozo llenaba todo mi ser. Me mantuve así durante al menos una hora, desnuda, llorando y gritando, pero no iba a servir de nada, así que intenté serenarme.

Busqué ropa por aquella habitación, que parecía haber sufrido un tornado de gran magnitud. Recogí todo aquello que iba a necesitar, las llaves de Tania, el colgante de Kate y el cheque de Carmen, junto con el informe de Eleazar, que estaba en el trasfondo de mi maleta, parecía no haber sido localizado. Me alegré por ello, pues la información que contenía hubiera sido catalogada como traición por ellos. Supuse que la puerta principal estaba custodiada por mi nueva escolta, pero la puerta doble no tenía ninguna vigilancia. Me puse unos pantalones negros y una camiseta gris, metí todo lo necesario en la mochila y salí por la doble puerta. Cuando abrí la puerta principal de la habitación de Adam, Félix alzó las cejas.

-Vas a necesitar esto… -alzó las cejas y me sonrió-. Tienes las llaves de tu coche y las de la lancha… estaban en la caja fuerte de Marco.

-¿Qué demonios…?

-¿No has notado que Marco no le da la mano a Aro desde hace un par de días? –le miré confusa-. Marco le mostró que yo sentía una ligera atracción por ti, por lo que Aro sabía que no iba a ser capaz de llevarte con las esposas, tenían todo planeado. Avisé a Cayo de nuestra posición mientras alquilábamos el coche, por eso te dije de parar en Génova –le miré furiosa-. Gracias a eso, me han perdonado, pero mi castigo es no poder estar en la batalla, castigo que propuso Marco, y Aro pensó que para mí sería una tortura no estar allí, y así lo pensé. Aro lleva dos días sin tocarme, dado que Marco le mostró la última vez, cuando regresamos, que apenas sentía nada hacia ti.

-Me estoy perdiendo…

-Aro quiere apoyar a Cayo, pero Marco está completamente en contra. Te tiene gran estima, por lo que ha hecho todo lo que ha estado en su mano para salvarte. Me ha facilitado la llave de la caja fuerte cuando salían, por lo que mientras llorabas, he dejado a Marta sola vigilando… -Marta saludó desde la otra puerta-. Hemos convencido a los otros miembros de la guardia que no podrías escapar de mi agilidad y de su manejo de los minerales, ahora que llevabas contigo dos pedruscos de cuarzo…

-Entonces… ¿en qué bando estáis?

-En el de los justos. Y no creemos que sea justo que te retengan aquí, de ese modo, sin poder ayudar a tu familia. Ten… -sacó mi móvil y me lo tendió-.

Me apresuré a llamar a mis padres, que parecían ansiosos de oírme. Me costó más de dos minutos convencerles de que estaba en perfectas condiciones, pues Alice había estado teniendo visiones contradictorias, que me llevaban de los brazos de uno a otro, al parecer todos en aquella casa querían experimentar conmigo, saber cómo sería una descendencia conmigo.

Eso llegó a frustrarme, dado que todos en mi familia estaban preocupados, lo que me llevó a pensar que daban por hecho que yo acabaría accediendo a las peticiones de alguno de ellos. Comencé a notar un odio inmenso hacia mis progenitores, hacia toda mi familia e incluso hacia Jake, que estaba con ellos preguntando ansioso por mi estado de un modo casi enfermizo.

Hablé con él y su obsesión por mi estado, por si me sentía diferente… me sentía sumamente frustrada, como si él no confiara en mis sentimientos hacia él.

-¿Acaso dudas de todo lo que te he mostrado durante este tiempo?

-Nessie, no es eso, sólo quiero asegurarme de que estás bien, quiero ir allí y arrancarles la cabeza, pero si tú quieres estar con ellos, no tengo otra alternativa que dejarte ser feliz. Si prefieres estar con Adam… no puedo impedírtelo.

-¡Pues claro que no puedes impedirlo! Pero de todos modos, aunque quisiera estar con él, ¿qué ocurriría? Acaso, si no soy tuya, ¿no puedo ser de nadie?

-No, no es eso… yo sólo…

-Jake, déjalo. Sólo haces que me enfurezca más… -No confiaba en mí, sin embargo, quería que fuera suya, ¿como una especie de mujer objeto? No me lo podía creer…-. No quiero hablar más. Adiós.

Colgué el teléfono muy enfadada, me sentía humillada y decepcionada, sentía que no confiaban en mí, en mis sentimientos hacia ellos ni en mis sentimientos hacia Jake. Ni siquiera él había confiado en mi amor por él después de todo lo ocurrido, después de todo lo que había luchado contra él y contra mí para que todo saliera bien… mi angustia se hizo palpable y Félix y Marta me miraban demasiado sorprendidos y alarmados.

Le devolví el móvil y me encerré en mi cuarto ante los ojos desorbitados de aquellos que me ofrecían una salida, una huida que ahora rechazaba tras días de necesitar esa salida. Quizá Aro y Adam tenían razón, quizá lo correcto sería quedarme aquí, con los de mi especie, sin molestar a todos aquellos que ahora desconfiaban de mis sentimientos hacia ellos. Quizá mi lugar estaba aquí, con ellos, aprovechando mis dotes contra todo aquel que usara su inmortalidad de un modo poco apropiado, para crear aquellos seres que iban a dar respuesta a mi naturaleza, pues según palabras de Aro, éramos la evolución de dos especies en una, un híbrido entre especies que además podía procrear, algo que ningún híbrido en la evolución había logrado. Únicos en nuestra especie y únicos en la evolución.

Comencé a llorar de rabia, mi odio hacia mi familia aumentaba de un modo que nunca hubiera creído posible. Habían huido de Isla Esme, habían dicho. Habían huido de allí tras mi mensaje, tras la llegada de Peter, Charlotte, Edith y Erica, habiéndose unido los de Denali. Todos juntos y no eran capaces de venir a por mí, sabiendo que los Vulturis iban hacia Isla Esme y sólo iban a quedar la esposas, Alice lo habría visto. Retoqué mi pelo, lo recogí en un moño tenso en lo alto de mi pelo y salí de mi habitación, mientras Félix y Marta me miraban escandalizados.

-¿Nos vamos ya?

-No, me quedo. Quizá Aro y Adam tengan razón, quizá sea lo justo que yo me quede aquí, protegida de todo el daño que el mundo puede hacerme. He sufrido demasiado sin conseguir ninguno de mis propósitos, lo único que he ganado es que mi familia haya desconfiado de mí, no haya tenido fe en mis sentimientos hacia ellos… no puedo volver, les odio.

-Nessie… -Marta me miraba extrañada-. Es imposible que les odies, siempre los has mostrado como los más bondadosos del universo, hubieras dado tu vida por ellos. ¿Qué estás haciendo?

-Lo que debo hacer, Marta. Soy la única que puede dar descendencia a tus hermanos, vosotras podéis contribuir a la causa con ellos… -Miré a Félix-. Es lo que todos queréis, según parece.

-Eso no es cierto… no es justo que pienses eso.

-Me da igual lo justo o lo injusto, ya no va conmigo…

Salí disparada hacia la biblioteca, no me apetecía otra cosa que sumergirme en otro mundo, busqué la novela más larga que encontré, “Don Quijote de La Mancha”.

Estuve alrededor de cinco horas leyendo, así que me levanté y acudí a la recepción, donde Martina me miró curiosa.

-Quiero que llames a Félix, que vaya a buscar algo para mi cena y me lo lleve a mi habitación, ¿entendido?

-Claro, señorita Cullen.

Volví a mi cuarto cruzándome con Félix, que hizo un gesto de servidumbre que me resultó ligeramente molesto. Me senté en mi cama y llamé a la única persona que sabía que nunca me fallaría, o al menos eso creía.

-¿Nena?

-¡Abuelo! ¿Qué tal estás?

-Pues… un poco preocupado cariño, preocupado por ti. ¿Cómo te encuentras? ¿Todo está bien? ¿Vas a volver pronto?

-¡Abuelo! –Comencé a reír, el ímpetu de mi abuelo porque regresara me hizo sentir ligeramente mal-. Estoy bien, no te preocupes, de verdad. Volveré a verte tan pronto como sea posible, pero debo esperar un poco. No quiero parecer descortés con las personas que me han acogido.

-Cariño… -mi abuelo suspiró, parecía frustrado-. ¿Puedes decirme dónde estás?

-En Europa…

-Lo sé, nena, pero quiero saber el lugar, saber si es bonito… a mí siempre me hubiera gustado visitar Suiza, me encantaría al menos tener una foto de allí…

-Yo… -suspiré y me levanté de la cama, asomándome a la ventana-. No te puedo decir el lugar exacto, pero sí puedo describirte lo que ven mis ojos. El paisaje está lleno de montículos con vegetación, cultivos muy bien cuidados y… -inspiré hondo-. Abuelo, debo dejarte.

Tiré el móvil y salí corriendo de mi habitación, cruzándome con Félix cuando llegaba a la recepción. Me miró y le mostré mi mezcla de olores, nada habitual excepto por tres de todos los que había recopilado desde lo alto de la torre. ¿Qué diablos hacían ellas aquí? Cada una estaba situada en una dirección, uno de ellos confundido por varios más. Al pasar por recepción inspiré de nuevo, había algo en esa sala… su corazón comenzó a acelerarse, sabía que la había descubierto y su mente me lo puso en bandeja.

-¡Tú!

-¿Sí, señorita Cullen?

Me acerqué a ella y me abalancé a su cuello, oliendo su yugular, aquel sutil olor que apenas había podido captar, pero que la furia que había creado ese popurrí de olores, ahora me dejaba discernir completamente.

-Tienes dos segundos para explicarte… -Me situé en su espalda, ante los ojos atentos de Félix, que se acercó a olisquear y se apartó ligeramente sorprendido-. ¡Vamos! O te juro que Señorita Cullen habrán sido tus últimas palabras…

La susodicha no hizo mención alguna de hablar, pero en su mente pude leer todo lo que había ocurrido. Adam, Cayo y Aro llevaban ventaja a Marco, posiblemente ahora Marco corría peligro. Miré pasmada a Félix mostrándole lo que los recuerdos de Martina me habían mostrado. Aquella hermana chilena de Adam, con un olor más humano que inmortal, algo parecido a Fernando, pero mucho más sutil que el mismo. Había pasado como una humana más incluso a sentidos mucho más experimentados que los míos. Un gruñido de Félix me alertó y me alejé de aquella joven, la cual ahora estaba en dos partes, una en cada mano de Félix.

-Tenemos que buscar primero a Zafrina, con ella encontraremos a la humana antes…

-¡Pero ella es humana! ¡Es más débil!

-¡Lo sé! Pero ellas localizarán antes a Zafrina, al fin y al cabo como bien dices, es una humana, otra humana más en esta ciudad no llamará la atención.

Asentí aterrada por el pánico. Al parecer todo era una trampa, Martina era la hermana de Adam y, por lo que había podido ver centésimas de segundo antes de que su cabeza se separara de su cuerpo, dotada con un don bien parecido al de Chelsea, pero mucho más potente y sutil.

Comenzaba a sentirme culpable por mi comportamiento, por mis pensamientos hacia mi familia, hacia mis padres… hacia Jake. Me odiaba a mí misma, pero no había tiempo de lamentaciones. Seguí la dirección del efluvio de Zafrina, encontrándola en menos de dos minutos con la ayuda de Félix.

-¡Nessie! –Mi velocidad sólo disminuyó cuando choqué contra su duro cuerpo-. ¿Qué ocurre? ¿Por qué no has ido con tu familia? –Le mostré en un flash todo lo que había ocurrido, quedando sorprendida-. ¡Hay que buscar a tu amiga! Me puse en contacto con Eleazar al descubrir los poderes de las hermanas de Nahuel emergiendo, nunca había visto nada igual, nunca se le había escapado ni un solo don…

-¿Poderes?

-Sí, todas y cada una tienen un don, a cada uno más impresionante, pero complementados son capaces de destruir a todos y cada uno de los vampiros existentes… Asiri crea un lazo que te une a ella, hace que confíes en ella de modo que puede sonsacarte cualquier información. Ameyal puede conocer tus debilidades sólo mirándote a los ojos. Yachay ha comenzado a controlar el viento y Rawa el fuego… quemaron a Nina, Achiyaku y Alliyma por no querer vengar a Nahuel… pero Izel… es la más impresionante, nunca había visto nada igual es capaz de moverte como una marioneta, haciendo que aunque tu mente no quiera, tu cuerpo ataque o se quede estático, mucho más potente que Guadalupe.

-Están aquí, ¿cierto?

-Debemos huir. Se están organizando para atacar su propio castillo, Chelsea viene con ellas… juntas van a ser invencibles, debemos huir para que tu madre pueda protegernos en su escudo…

-Tengo que buscar a Darlene, he podido reconocer su olor desde mi habitación, además debo recoger mi mochila de allí, sé dónde podemos huir, pero necesito volver a mi habitación…

-Muéstranos de nuevo su aroma, la recogeremos y la llevaremos al castillo –Félix puso una mano en mi hombro, infundiéndome ánimos-. Que Marta te ayude a preparar la salida, ella tiene acceso a mi caja fuerte, en ella están las llaves de mis coches, nos reuniremos en diez minutos en tu cuarto…

-Diez minutos, por favor. No le hagáis daño.

-Nessie… -Zafrina alzó las cejas-. Confía en mí, por favor.

Salí corriendo e informé a Marta mientras entraba a mi cuarto. Ella salió veloz hacia la caja fuerte de Félix, mientras yo recogía mi mochila, con todo lo que había guardado y mis manuscritos, no quería dejarlos al alcance de ninguna de aquellas semejantes. El golpe de la puerta al cerrarse me asustó, estuve a punto de atacar a Marta, que ahora me miraba con la disculpa en la mirada y mostrándome las llaves de unos tres coches distintos.

Zafrina y Félix llegaron con una aterrorizada Darlene, que al verme, pasó de terror a simple llanto, abrazándome de un modo extraño.

-No vuelvas a hacer algo así, no vuelvas a abandonarme, no quiero que desaparezcas como los demás. Eres la única que me mantiene unida al resto de mi vida…

-Pero, ¿qué demonios haces aquí?

-Seth me confesó dónde estabas, pero me mandó a Irlanda con el resto. Cuando llegamos a Londres, ellos cogieron un vuelo y nosotros esperábamos a otro hacia Irlanda, pero cambié mi billete y vine directa a buscarte, no puedes abandonarme…

-Calma… debemos marcharnos… -la abracé como pude-. Estás loca viniendo aquí por mí… -no pude evitar sonreír-. Debemos salir de aquí en seguida, antes de que nos detecten…

-Tarde… -Félix comenzó a arrugar la nariz-. Vamos, por aquí, seguirme.

Félix empujó mi armario y se abrió uno de los tantos pasadizos que debía tener este castillo. Al menos esta vez era ligeramente más amplio y un poco más luminoso, así que arrastré a Darlene ayudada por Marta, mientras Félix nos abría paso por aquel laberinto cerrado y Zafrina nos seguía.

Nuestro guía abrió una trampilla y nos hizo señas para que nos agacháramos. Comenzamos a reptar por el suelo, pues el muro apenas tenía medio metro de alto. Ágilmente, abrió otra trampilla y se metió en ella, seguido por Marta. Darlene me miró asustada, estaba paralizada, pero Félix actuó rápido tirando de ella a la vez que tapaba su boca para que no chillara. Me metí en aquel agujero acariciando la cara de Darlene, con los ojos como platos y temblando. Cerró los ojos durante un instante para asentir mirándome fijamente, estaba bien, podía seguir.

Bajamos por unas escaleras pegadas a la pared. Félix se había precipitado al vacío, pero no podía obligar a Darlene a pasar por eso… ella temblaba.

-Si me suelto… ¿me cogerá y escaparemos antes? –Asentí-. ¿Confías en él?

-Espera… ¿Confías en mí? –Ella asintió mucho más segura. Me solté y caí en los brazos de Félix, que me sonreía-. Salta.

Darlene cayó sobre mis brazos y los de Félix, aovillada y cubriéndose la cabeza. Abrió primero un ojo y yo le sonreí, la dejamos en el suelo y comenzamos por aquel pasillo ahora más estrecho, con ambiente húmedo y frío. Marta y Zafrina nos seguían, mientras Félix y yo llevábamos a Darlene casi en volandas, no era momento de andar a paso de humanos.

Finalmente llegamos a una puerta blindada, parecía la caja fuerte de un banco. Félix puso su oído en ella y levantó la mano, en un gesto para que esperásemos. Sacó una llave que llevaba colgada al cuello, abriendo lenta y silenciosamente aquella pesada puerta.

Me quedé helada cuando Giselle estaba apoyada en uno de los quince coches que había en aquella especie de búnker.

-Debéis daros prisa, Chelsea está reunida con las esposas, al ver lo que le ha pasado a Martina me han mandado cubrir su puesto… pero prefiero ayudaros… -Marta se abrazó a su hermana-. Será mejor repartirnos en tres coches. Nosotras dos, hermana, iremos delante. Félix, creo que será mejor que vayas con tu amiga…

-Zafrina

-Bien, de acuerdo, será mejor que vosotros dos escoltéis a la humana y al objetivo principal. Yo escogería los más rápidos…

-¡Nessie! –Félix me lanzó unas llaves-. El Bugatti Veyron, el negro. Es el más rápido que tengo…

Entré en aquel coche diseñado para correr, Darlene parecía alucinada dentro de aquel coche por lo que me hizo reír. Todos estábamos en posiciones mientras una puerta de metal enorme se abría hacia arriba. En dos segundos arrancamos los motores, a la vez los tres, mientras las hermanas híbridas salían disparadas. Tres segundos más y salimos nosotras, cogiendo los 100 kilómetros por hora en menos de diez segundos, seguidos por un Lamborghini Gallardo.

Aún no había anochecido, lo que nos daba cierta ventaja. No atacarían a la luz del día en su propia ciudad, aunque podían seguirnos, no debíamos parar. En menos de media hora habíamos llegado a Florencia, aparcando los coches en el aeropuerto.

Habíamos tenido suerte, salía un vuelo a Zurich en sólo quince minutos. Félix se adelantó y usó todas sus armas para que aquella joven del mostrador nos vendiera seis asientos en el vuelo. Entramos a la sala de embarque, aún quedaban diez minutos para entrar en el avión… se me iban a hacer eternos.

Félix sacó mi móvil de su bolsillo, sonriéndome y guiñándome el ojo de un modo cómplice, como si lo hubiera guardado sabiendo que acabaría arrepintiéndome y pidiéndoselo. Llamé a mi familia.

-¡Renesmee! –Mi madre parecía sollozar-. Todo esto es una locura, vuelve a casa… ¿Has encontrado a Zafrina? Va a ir a buscarte…

-Mamá, estoy con ella…

-Vuelve, te necesitamos… Seth está histérico, Darlene ha desaparecido y…

-También estoy con ella mamá, estamos bien, no te preocupes. Tania me regaló unas llaves de una casa en Suiza, pero no me dijo la ciudad…

-Birmensdorf. Estamos aquí, en la misma casa. Los Denali están aquí, también Peter y Charlotte con tus amigas. Emmett, Jazz y tu padre están preparándose ya para irte a buscar a Volterra.

-No es necesario, vamos a embarcar en un vuelo a Zurich, dudo que tardemos más de una hora.

-Cariño, tu padre quiere hablar contigo… te quiero.

-Lo sé, yo también te quiero mamá… lamento mucho todo lo que he dicho antes, era por Martina, es una larga historia. Aún así, no hay excusa…

-Todo está bien, mi pequeña pateadora. Te quiero.

-¿Renesmee?

-¡Papá! –Mis lágrimas ya no aguantaban más en mis ojos, Darlene me miraba emocionada, como todos mis compañeros de viaje-. ¡Lo siento tanto!

-No es hora de llorar, no hay nada que sentir… lo importante es que estás de regreso, que en menos de una hora vamos a estar abrazándote… -la última llamada para nuestro vuelo sonó-. Estaremos en el aeropuerto de Zurich antes de que tu vuelo toque tierra.

-Gracias papá… dile a todos que les quiero…

-Lo haré, aunque todos lo saben ya… tened cuidado.

El vuelo duró alrededor de una hora y media, tiempo durante el cual Darlene no me soltaba del brazo. Pude ver cómo aterrizábamos, poniéndome nerviosa pensando en todos los brazos que me esperaban, la mayoría fríos… pero por cada abrazo frío venía a mí la imagen de sus cálidos brazos.

El avión aterrizó y nos apresuramos para bajar de los primeros. Recorrí la pista corriendo a la máxima velocidad que podía delante de tantos humanos, aunque la mayoría iban dormidos, pues ya era de noche. Aquellos tres hombretones nos esperaban, perdiéndome en los brazos de mi padre, después en los de mi tío Emmett y finalmente en un emotivo abrazo con mi tío Jazz.

Sin embargo, no había rastro de aquellos brazos cálidos que añoraba, ni siquiera su olor estaba presente en aquel lugar, por más que buscara su efluvio en todas las direcciones.

Mi padre torció el gesto y me llevó hasta el coche callado, llevando con nosotros también a Darlene, que nos miraba ahora mucho más preocupada.

Mi padre me metió en el coche y me miró apenado, mirando después a Darlene con una amigable sonrisa.

-Te agradezco que fueras a buscarla, Alice dudaba si volvería hasta que apareciste tú… pero ha sido demasiado temerario… -me miró con cautela-. Seth no ha soportado la posibilidad de perderos allí a las dos, al igual que Jake. No han podido controlarse, han entrado en fase y toda la manada al completo se han dirigido a Volterra –mi corazón y el de Darlene se pararon a la vez-.