Capítulo XL: Venganza.

12:48 0 Comments A+ a-

Desperté ligeramente zarandeada, tumbada ahora en aquel sofá del balcón, protegida del frío por aquel hombre que me hacía olvidar que el resto del mundo existía y que debía dejar aquí, lejos de mí, para enfrentarme a un mundo tétrico y horrible. Me ayudó a levantarme y me abrazó hasta que estuve calentita en mi armario, donde me dio un beso en el pelo y se marchó.

Miré el reloj, eran las dos de la madrugada, debía darme prisa. Me di una ducha y me puse unos vaqueros y una camiseta de manga corta, con una ligera chaqueta encima. Salí de mi cuarto para encontrarme a Jake mirando el cuadro de su cuarto, aquel en el que salíamos abrazados. Suspiré y se giró, con una extraña sonrisa que me hizo querer olvidar todo mi plan y quedarme con él, pero debía irme.


-Pasarás frío sólo con esa chaqueta…


-No creo… vámonos.



Efectivamente, en el coche estuve bien, pero al salir del mismo una brisa demasiado fría me produjo un escalofrío y una risotada a Jake. Abrió su maletero y sacó una sudadera, ayudándome a ponérmela. Me quedaba enorme, pero no me importaba, era cálida como él y su olor estaba impregnado en la sudadera, algo que me reconfortaba.


-¿Puedo llevármela?


-¿En serio lo preguntas? –Alzó una ceja divertido-. Yo no la necesito…


-Vale, señor “nunca paso frío”…


-Vamos anda…



Me acompañó hasta las tres y media, cuando tenía que entrar a la sala de embarque. Peter y Charlotte aparecieron por allí, haciendo sentir ligeramente incómodo a Jake, pero aún así permaneció a mi lado. Ellos me abrazaron, no habían cambiado absolutamente nada. Estuvimos allí hasta que hicieron la primera llamada para el vuelo. Le abracé fuerte, inspirando su olor lo máximo posible, notando un gesto similar en él. Nuestras miradas dijeron demasiadas cosas, no podía soportar la idea de no volver a sus brazos, de verle como en aquella visión. No quería pensar en ello, antes mataría a Adam que dejar que le tocara un pelo a Jake. Me miró preocupado mientras me alejaba. Estaba entregándole el billete a la azafata cuando me di cuenta que él seguía allí, intentando ocultarse, pero viéndome partir. Salí corriendo, dejando a la azafata con cara de tonta y mi billete en la mano, mientras Peter y Charlotte sonreían y yo me empotraba contra aquel hombre, mi mejor amigo, mi mitad.


-Te quiero, debes saberlo…


-Lo sé, y yo a ti.


-No, no creo que lo entiendas… -le miré con lágrimas en los ojos y él sonreía, acariciando mi rostro del modo más tierno que jamás hubiera hecho-. Jake yo…


-Shh… -puso un dedo un mis labios y beso mi frente-. No digas nada… hablaremos a la vuelta, te esperaré con helado –una enorme sonrisa tapó una ligera nube de tristeza en su rostro-. Debes irte antes de que despegue el avión sin ti…


-Jake… -le abracé de nuevo-. Volveré pronto.


-Llámame cuando llegues.


-Todos los días…



Nuestras manos se mantuvieron unidas hasta que di dos pasos hacia atrás, mirándole parado y sonriente, mientras una extraña angustia crecía dentro de mí. Charlotte pasó un brazo por mi cintura y me guiaba mientras yo caminaba mirando hacia él, viendo su rostro hasta que la puerta del muelle se cerró.


Los billetes eran para los asientos centrales, dejándome el asiento de en medio a mí. Me contaron todo lo que habían hecho durante estos años, habían recorrido todo el continente y habían decidido cambiar de aires. Habían llamado a Jasper para comunicárselo, querían despedirse antes de marchar, cuando les informaron de la situación. Me iban a acompañar hasta la misma Volterra si era necesario.


Aterrizaríamos en Londres, pasaríamos allí el día, pues tenían preparado un plan de emergencia. Allí cogeríamos un pequeño yate con el cual iríamos hasta el puerto de Mónaco, donde un señor nos esperaría con mi Audi R8.


-¿Cómo? Lo dejé en Madrid… y yo tengo las llaves.


-No, ya no. –Charlotte me sonreía-. Tu tía Alice las envío a un humano descendiente de su tía. Al parecer le envió las llaves y le compró para que hiciera el viaje con unas vacaciones por todo lo alto, además de unos cuantos bonos de acciones.


-Debí imaginarlo… ¡Es Alice!


-Siempre ha sido muy… -Peter dudó- persuasiva.


-Sí –asentí-, algo así…


Aterrizamos en Stansted y nos dirigimos a la estación de Victoria. El cielo estaba encapotado, algo que ayudaba. De allí cogimos el metro hasta la estación de North Greenwich, para dirigirnos al puerto. Allí teníamos alquilado un yate pequeño y rápido. Había un pequeño camarote con una cama, un pequeño escritorio y un pequeño baño bien equipado. Era lujoso, aunque de dimensiones pequeñas, pero pronto me di cuenta de la razón.


Estábamos cruzando el estrecho de Gibraltar cuando anochecía, por lo que llegaríamos poco antes del amanecer del lunes a Mónaco. La pareja de vampiros insistieron en que debía descansar el resto del viaje, y así lo hice.



La luz llenaba el camarote, salí de él para ver aquel puerto lleno de yates lujosos. Seguí los efluvios de mis acompañantes, llegando hasta el aparcamiento, donde pude distinguir el Audi patrocinado por la realeza vampírica. Estaba vacío, por lo que me extrañó, sus efluvios eran más marcados aquí. La puerta de una furgoneta de al lado se abrió de repente, metiéndome dentro.


-¡Salvajes! ¡A alguien con corazón no se le hace esto!


-Perdona… -Charlotte me ayudó a sentarme, mientras Peter parecía confuso-. No entiende que eres ligeramente más frágil.


-¿Qué hacéis aquí?


-¿Tienes todo lo necesario para partir?


-La maleta está en el yate… ¿no me acompañáis?


-No… -Peter suspiró-. Debes cargar tu maleta en tu mega deportivo, nosotros iremos detrás… no queremos levantar sospechas. El plan es el siguiente, debes hacer el recorrido que tú hubieras hecho sin nosotros, simplemente, seremos tus escoltas. Si fuéramos los tres juntos los Vulturis no tardarían en enterarse, así que será mejor no meterlos de por medio de momento. Por lo que Alice nos contó, debes ir sola a hablar con Adam para convencerle de que olvide su venganza. Si no lo consigues deberás acudir a los Vulturis por ayuda…


-¿A los Vulturis? ¿Para que nos salven? ¡Ja!


-Sí, lo sé… -Peter hizo una mueca de disgusto-. Esperemos que su amor por las leyes sea más fuerte que su ansia de poder, además, ahora al parecer eres algo así como su tesoro, no quieren hacerte daño… o al menos no quieren destruirte. En ese caso iríamos contigo, si algo saliera mal debes volver aquí, coger el yate, avisar a tu familia y no parar hasta llegar a Isla Esme. Allí tu familia te esperará y te pondrán a salvo.


-Bueno, pero eso no va a pasar, podré solucionarlo sin problemas.


-Eso espero… -Charlotte posó una mano en mi hombro y me dedicó una sonrisa-. Hay que partir… ¿Primera parada?


-Voy a llamar a Erica, le diré que nos encontraremos en Ginebra, intentaré que lleve a Adam y a Fernando allí. Gracias por acompañarme… os lo agradezco.


-No hay de qué, pequeña Cullen.



Salí de aquel furgón y saqué el equipaje del yate, metiéndolo en mi deportivo. Llamé a Erica y me informó de la situación actual. Adam había convencido a Fernando del deber de vengar la muerte de Nahuel, y eso incluía a Isabel y Marta. Berta se había quedado al margen, al igual que Edith, pero Giselle se había unido al plan. Me pidió tiempo para hacer unas llamadas, así que informé a los “acompañantes camuflados” que me iba en busca de comida. El calor era agobiante, el maquillaje se volvía pastoso en mi piel, pero al menos la blusa ligera y los pantalones de lino no aportaban más calor al atmosférico.


Terminé mi desayuno y volví a mi coche europeo, arrancando y saliendo de un modo ligeramente acelerado, siguiéndome del mismo modo aquella furgoneta parecida a la de los escoltas de un personaje importante. En menos de cinco horas estaba allí, había corrido demasiado en algunos tramos, pero quería llegar a tiempo, pues había quedado con Erica y Edith en un restaurante para comer.



La furgoneta aparcó al otro lado de la calle, apenas podía notar su efluvio cuando bajé del coche. Entré en aquel lujoso restaurante donde me esperaban muy emocionadas, sobre todo Erica, que se levantó y me abrazó de un modo que me recordó a Alice.


-Me alegro de verte.


-Yo también… -Erica tenía una enorme sonrisa tallada en su rostro-. Aunque me apena que sea por estas circunstancias… me hubiera gustado poder hacer algo más para convencerles…


-No te preocupes… lo arreglaremos, lo sé.


-Eso espero… -Edith me tendió la mano, un saludo mucho menos efusivo que el de su hermana pero agradable también-. En realidad, creo que debo disculparme. Realmente no quise saber nada del tema al principio, pero no me apetece que nuestros hermanos entren en una batalla que no les compete. No entiendo como Giselle a accedido a eso… lo lamento.


-No es culpa tuya.


-Lo será si uno de mis hermanos cae. Y por lo que he podido investigar… dudo que tu familia tenga rival. ¿Es cierto que derrotaron a un aquelarre entero de neófitos?


-Sí… así fue. Pero, ¿cómo sabes eso?


-Querida… desde que te fuiste mi curiosidad aumentó. Ramiro, el hermano de Porto, había investigado sobre nuestras madres, recopilando historias de cómo murieron. El hecho de que tu madre siguiera viviendo, me produjo un sentimiento extraño, un ansia de conocer más de tu historia, al igual que a Giselle. Nuestra curiosidad nos llevó hasta Volterra, donde dos jóvenes nos informaron detalladamente de la historia de tu familia… -su gesto se torció-. Ambas parecían molestas cuando hablaban de tu familia.


-¿Ambas?


-Chelsea y Jane, al parecer intimaron con Giselle gracias al rencor que tienen contra ti –el horror se extendió por mi cuerpo-.


-¿Los Vulturis están informados de la situación? ¿Saben que Adam y tus hermanos quieren atacar a mi familia?


-Eso creo, al menos uno de ellos… Cayo.


-¡No! –El terror me azotó como hacía tiempo no lo hacía. Mis amigas me miraron de modo extraño-. Cayo siempre ha odiado a mi familia, al menos en parte. Mi abuelo vivió con ellos, por lo que creó un vínculo con ellos, pero los inútiles intentos de los Vulturis porque mi familia se una a ellos, ha perjudicado ese vínculo. Que ellos conozcan la situación, sólo puede empeorarla.


-¿Sabes ya qué vas a hacer? –Erica parecía preocupada-. ¿Tienes un plan?


-El único plan era intentar hacer entrar en razón a Adam, si este fallaba, iría a Volterra a informar de la situación, por si acaso se generaba una batalla…


-¿Esperabas que ellos te ayudaran?


-No, para nada. Pero es mejor que ellos conozcan los motivos de la batalla, a veces resulta útil cuando realmente imparten las leyes con criterio suficiente. Aunque dudo mucho que hubieran ayudado a algo… no sé ni cómo he podido pensarlo…


-Esta noche hemos quedado con ellos, con Adam y su nuevo aquelarre, en el Parque des Bastions… -Erica me miró cuidadosa-. ¿Has venido sola?


-Sí, fue por mi culpa, debo resolverlo yo sola. Mi familia quería venir, pero me daba miedo que eso creara en Adam más ansia de venganza… creo que va a ser difícil.


-Te apoyaré, creo en ti y en tu causa. Lo poco que conozco de Nahuel es gracias a ti, a tu maravilloso don… -Erica tomó mi mano-. Me basta con saber que era buena persona y por lo que me mostraste, él mismo hubiera matado al que te hubiera hecho daño…


-Creo que no puedo permanecer neutral en esta situación… -Edith hizo una mueca-. Realmente no quiero perder a ninguno de mis hermanos, pero, siendo lógicos, dudo que acabar con el único ser de nuestra especie que no es familia sea de gran utilidad. Ya han muerto muchos sin causas aparentes, esta guerra me parece estúpida… te apoyaré en todo lo que pueda, intentaré convencer a Giselle para que dialoguéis.


-Gracias… os lo agradezco a ambas…


-Bueno… ¿Qué va a ser? –Erica se echó a reír-. Edith se ha unido a nuestra nueva… “dieta”.



Comimos intentando no pensar en la situación que se avecinaba, apenas hablamos del tema, salvo cuando me pidieron que les contara el ataque en Jenner. Tras la comida Edith nos llevó hasta la misma universidad de Bastions, había conseguido un piso gracias a sus contactos en la residencia de estudiantes. Edith y Erica se fueron en un coche y las seguí. Me sorprendió que apenas pude ver la furgoneta, pero cuando bajé de mi coche estaba aparcada una calle más abajo, lo que me hizo sentir segura de algún modo.



La tarde parecía ser eterna, mis amigas me ponían al día de las motivaciones que había creado Adam en sus hermanos para llevarles a un enfrentamiento así. Esto hizo que mis emociones me desbordaran en cierta manera, pues podía ver que su rencor era mayor ahora, sabiendo nuestra alianza con la manada y que ellos habían asesinado a su hermano. Su propósito no era una batalla contra los Cullen, si no contra la manada, por lo que me sentía ligeramente mejor por poder excluir de la batalla a parte de mi familia, aunque yo no podía dejar a la manada, no podía abandonarles.



El sol comenzó a caer, por lo que me dispuse para un posible enfrentamiento. Hablé con mi familia, lo que me relajó en cierto modo. Jazz me dio consejos sobre cómo manejar las posibles situaciones, Em, al contrario de lo que esperaba, me alentó a huir si la cosa se torcía. Mis padres apoyaron su opinión, me informaron de que habían encargado a un hombre que preparase el yate con todo lo necesario para una huida, y al parecer, ellos se habían preparado, Rose, Alice, Esme y Carlisle estaban ya en Isla Esme junto a Collin, Brady, Seth y Darlene. Si algo salía mal, tenían reservado un vuelo para que toda la manada, completa en todos los sentidos, mi abuelo y Sue y el resto de los Cullen salieran hacia Isla Esme. Alice había preparado todo para ello.



Me di una ducha caliente, necesitaba relajarme y no pensar en nada, quería estar todo lo calmada que pudiera, dada la situación, pues debía enfrentarme a emociones que posiblemente no pudiera controlar. Salí de la ducha y me puse unas mallas negras, con una camiseta morada y una chaqueta de punto. Unas deportivas eran buena elección, al igual que mi pelo recogido en una coleta alta.


Bajamos a la calle y me costó distinguir el efluvio de mi peculiar escolta, la furgoneta arrancó y siguió nuestros pasos hasta la entrada del parque, camuflándose muy bien, tanto que un ligero pánico me invadió, pensando en la situación. Sus oídos eran sobrenaturales, pero comenzaba a desconfiar de ellos, pues el aire soplaba en dirección contraria, las ramas crujían y el constante sonido emitido por los grillos podían dificultar su audición. Suspiré y pedí al cielo que no fuera así.



Inspiré de un modo extraño, como cuando estaba de caza, no pudiendo evitar que mis labios se encogieran para enseñar ligeramente mis dientes. Inspiré de nuevo para calmarme, intentando percibir todas aquellas sensaciones. Ira, rencor… no podía borrarlos, pero intenté disminuir su efecto. Noté la calma fluyendo desde mi nuca hasta mis ojos, llevándola en dirección a aquel joven que tanto odio procesaba.


-Buenas noches caballeros… y señoritas… -Adam y Fernando llevaban la delantera, mientras que Giselle, Marta e Isabel se situaban a dos pasos por detrás, formando una perfecta W. Di un paso más, dejando a Erica y Edith por detrás de mí-. No tengo otra intención que dialogar, no creo en batallas épicas con final feliz, por lo que prefiero evitarlas.


-¿Tienes miedo a luchar? –Adam desprendía furia por cada poro de su cuerpo, intenté manejar la situación-. ¿No traes a tus perros contigo? –Pude leer en su mente cómo imaginaba la situación, perros guardianes o algo parecido, algo con lo que Aro ya había soñado-. ¡Responde!


-No son mis perros guardianes, si así lo piensas.


-Deja que lo dude, mis huesos pueden decir que realmente esos perros te protegen… -Pude ver una imagen de Giselle hablando con él, y en la mente de Giselle la conversación con Chelsea-.


-Deberíamos dejar las cosas como están… -Edith dio medio paso, por lo que Erica hizo lo mismo-. Me parece una estupidez, algo ilógico, el vengar a alguien que ni siquiera conocíamos. Mucho más si añadimos, que la venganza va contra la única híbrida que no tiene nuestros mismos genes. Giselle… debes ser algo más pragmática, sabes que ella y su familia pueden aportarnos datos de gran utilidad sobre nuestra especie.


-Edith… deja de intentar comerme la cabeza con tus discursos filosóficos, tú eres lógica, según tú mi arte es irracional, como yo… por lo que no podemos pensar igual. Creo que aquello que atenta contra nuestra familia debe ser aniquilado. Primero fue Nahuel, después ha sido Adam. No pienso dejar que esto afecte al resto. Nosotras seremos las siguientes…


-Para nada Giselle, no es así. El ataque a Nahuel no fue nada premeditado, fue por su ataque por lo que mis amigos se vieron obligados a atacarle, igual que a Adam. Tuve que huir de él para no morir, gracias al cielo que uno de mis amigos apareció por allí, aún así, estuve a punto de morir en ese ataque. Pero antes de que todo esto ocurriera, nunca hubo ningún ataque contra Nahuel, fue uno más de la familia hasta aquel fatídico accidente.


-No estamos discutiendo quién atacó primero… -Fernando me miró desolado-. Yo comprendí que ellos te defendieran, pero no puedo dejar que una amenaza así ataque a mi familia, no es posible… -Su rostro cambió de repente a la más profunda ira-. Esos perros deben morir, y con ellos todo aquel que les defienda.



El aire cambió, trayéndome camuflado entre todos aquellos efluvios tres que no podía llegar a situar, pero los conocía bien. Mis ojos se abrieron, al igual que mis fosas nasales, sabiendo que debía simular que no los había percibido o las cosas se torcerían mucho más.


-Veo que no va a ser fácil convenceros de que no son una amenaza… -mi mente comenzó a bifurcarse en dos sentidos, aquella conversación, y cómo aprovechar la situación de aquellos tres efluvios-. Me gustaría poder llevar a un buen término con vosotros, de verdad, pero no veo la manera. Creo que no sería mala idea que volviéramos a encontrarnos otro día, dentro de un mes, por ejemplo. Eso nos daría tiempo a calmar nuestros pensamientos, poder abrirnos mejor a un diálogo.


-No veo que esto tenga otra solución que la muerte de esos perros –una sonrisa malévola relampagueó en el rostro de Adam-. A no ser…


-¿Si?


-A no ser, que tú quieras realmente darme buenos motivos por los que esos perros deban sobrevivir. Que quieras explicarme la utilidad que les da tu familia… estaría encantado en que me acompañases a una cena, hoy mismo, y me lo explicaras todo.


-Yo… -pude verlo en su mente, todo era un plan entretejido por manos más poderosas, podía ver en su mente cómo imaginaba el final-. Esta noche no creo que pueda…


-¿Tienes algún otro plan?


-La verdad… -no podía mentirle, así que su sonrisa se volvió irónica-. No me siento realmente a gusto con la situación. Creo que sería mejor dejarlo para mañana –debía creérmelo, él lo notaría-. Mañana creo que será un día mejor, estoy bastante cansada del viaje –eso era cierto-. Y esta tensión me está superando. Mañana estaré más relajada, te llamaré a primera hora de la mañana.


-Está bien. Reservaré en un sitio bonito para comer.


-Mañana te llamo, entonces -Nada de lo que había dicho era mentira, pensaba llamarle, pero para nada quedar con él, todo se estaba volviendo mucho más complicado de lo que creía. Volví a inspirar para notar los mismos tres efluvios camuflados, pero apenas podía notar los de Peter y Charlotte. Me alegré en cierto modo, si yo apenas podía olerlos a los cinco… no podrían olerse entre ellos-. Espero que paséis buena noche, y que la próxima vez que nos veamos estemos más… relajados.


-Prometo estar más tranquilo mañana.


-Bien. Buenas noches…



Comencé dando un par de pasos de espaldas, tenía el temor de que aquellos efluvios detectados tuvieran otras intenciones, que quisieran atacarme por algún motivo. Mis compañeras hicieron lo mismo, dejándome ahora atrás, volviéndome y dándoles la espalda ligeramente temerosa, pero sabiendo que en cinco pasos podría empezar a correr, algo que me consolaba en cierto modo.



Cuando los árboles nos ocultaron, comencé a correr seguida por mis compañeras, que me miraban preocupadas. Llegamos a la puerta del edificio, donde me quedé estática, mi plan había terminado de entretejerse.


-¿Qué ocurre? –Erica me miraba asustada-. Algo ha pasado que no nos has dicho.


-No puedo contároslo, pero debéis marcharos. Vamos, subamos a casa… -subimos las escaleras rápidamente, sin apenas hablar, entré al pequeño piso y me puse a recoger las pocas pertenencias que había dejado-. Tenemos que salir de aquí, no podemos pasar ni una sola noche…


-Nessie… ¿qué ocurre?


-No puedo contaros nada Edith. Debéis hacer lo que yo os diga, ¿de acuerdo? –Asintió-. Quiero que recojáis todo, os metáis en el coche y no paréis hasta llegar a Cannes. Si en dos días no tenéis noticias mías, debéis marcharos al Amazonas, en busca de Zafrina. Allí estaréis a salvo.


-¿Quién es Zafrina?


-Una Amazona amiga de la familia, ella estará informada de todo, pero no quiero que os enfrentéis a nadie, no quiero que tengáis problemas por mí.


-¿Y tú?


-Yo tengo que hacer algo, no puedo contaros nada, sería poneros en peligro… -Al meter una blusa de Edith en mi mochila me di cuenta de su olor, lo que me dio otra idea-. Será mejor que os quitéis vuestra ropa, la que lleváis ahora. Olisquearla y aseguraros de que tiene impregnado vuestro efluvio, dejarlo en el piso, eso podrá distraerles… debéis salir primero.


-Pero… -Erica me miraba mientras andaba de un lado para otro del pequeño piso, comencé a buscar por la casa hasta que encontré algo que me sirvió-. Alcohol, impregnaros con él, eso tapará momentáneamente vuestro efluvio, les confundirá. Debéis coger vuestro coche, yo vigilaré desde aquí para que nadie os siga. No paréis hasta llegar a Cannes, prometédmelo.


-Está bien… -Edith comenzó a empaparse con alcohol-. Llama cuando puedas, por favor.


-Lo haré, lo prometo.



Observé desde el piso cómo se marchaban. Me di una ducha y dejé la ropa en el piso. Cogí mi mochila y tapé mi efluvio, sólo tenía unos minutos. Bajé corriendo, directa a mi coche, arrancando y saliendo a toda velocidad, fijándome en el espejo retrovisor, sintiéndome ansiosa, hasta que por fin aquella furgoneta me pisaba los talones.



Cogí la autopista, conduciendo a toda velocidad, sabiendo que me quedaban unas horas de camino y que posiblemente conocerían mi dirección en el momento en el que hablara con Adam. Quizá su poder no era efectivo vía telefónica, pero eso sólo me daría un par de horas a lo sumo. Todo ello teniendo en cuenta que sus tres acompañantes no hubieran regresado ya.



Mi corazón latía frenético, comencé llamando a la furgoneta, para informarles de que nuestro nuevo destino era Parma. Después llamé a mis padres, para contarles lo que había sucedido y mi nuevo plan. Ellos insistieron en que lo dejara, que volviera a Mónaco y partiera hacia Isla Esme, pero no podía hacerlo, peligraban demasiadas vidas por mi causa. Llamé a mi abuelo Charlie, para recordarle lo mucho que le quería. La siguiente llamada era obligada, pero cuando oí su voz ronca… apenas pude hablar.


-Nessie, ¿qué ocurre?


-Jake…


-Nessie, estoy con tus padres, ¿qué demonios vas a hacer? ¿Estás loca? Da media vuelta, vuelve a Mónaco y dirígete a Isla Esme, te esperaremos allí. Todo se solucionará, pero debemos estar juntos para que eso pase, no puedes ir por tu cuenta, no puedes resolver esto tú sola.


-Debo intentarlo Jake…


-Ness…


-Jake, lo necesito, lo siento… te quiero…


-Nessie, no…



Colgué, no podía escucharlo más, no podía escuchar su voz sabiendo que podía perderla si no pensaba un buen plan. El estrés se estaba apoderando de mí, necesitaba ser más rápida que ellos, necesitaba parar y pensar, pero no podía, debía seguir. Necesitaba dormir, pero no podía. Necesitaba a Jake… por encima de todo a Jake.



Las lágrimas se apoderaron de mí, comencé a sollozar y mi visión se nublaba por las lágrimas, mi respiración era agitada y unos extraños sonidos salían de mi pecho. Un sentimiento de alivio se apoderó de mí cuando comprobé que estaba llegando a Parma, podía parar.



Derrapé y paré en la primera estación de servicios que vi. La furgoneta hizo lo mismo, parando justo al lado de mi deportivo. Los ojos de Charlotte estuvieron a punto de salirse de sus órbitas, mi estado debía ser patético, estaba histérica y llorando como nunca. Peter frunció el ceño y pasó su brazo por mis hombros, llevándome dentro del restaurante, a un rincón alejado de cualquier mirada indiscreta. Charlotte apareció con una botella de agua y un sándwich y cogió mi mano.



-¿Qué ha pasado?